“El estado bienestar ya no se puede financiar”. Esa es la drástica confesión hecha anteayer por el canciller alemán, Friedrich Merz, levantando inmediato revuelo mundial. Porque se trata de la franca respuesta a un interrogante que todo el mundo se hacía en reserva, pero nadie se atrevía a responder de modo tan público y sincero.

Para nadie era secreto, en efecto, que el modelo económico instaurado en la posguerra, no solo se había multiplicado más allá de las pretensiones sociales iniciales, sino que se mantenía en medio de la quiebra y sobredimensión del Estado. Desde hace ya décadas era evidente que los recursos estaban lejos de alcanzar (caso fehaciente de Europa) y que si el modelo prosperaba era simplemente porque se había hecho caso omiso de los ineludibles gastos de se

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