Gauvain no es un caballero que me caiga especialmente simpático. ¡Es que es sobrino del rey Arturo! –dice la gente– ¡Su madre es una hada! Es uno de aquellos jugadores protegidos del entrenador que los pone siempre aunque no jueguen bien.

–Pero es bello y fornido, y tiene aquel caballo: Gringalet.

¡Es que es sobrino del rey Arturo! –dice la gente– ¡Su madre es una hada! Es un niño mimado

–¡Encima! Los demás caballeros que encuentra por prados, caminos y vados montan caballos sin nombre que, a menudo, acaban mal. Les clavan un mandoble en la frente o los atraviesan con una lanza para tumbar al jinete. Aquel pobre corcel del caballero Escanor, que Gauvain hiere en el pecho, la punta de hierro asoma por el costado. Cuando ve a su caballo muerto, Escanor monta en cólera, como es natural.

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