Cada alternancia en la Presidencia prolongó el desgobierno político de la seguridad: cedieron la conducción a los aparatos armados, primero civiles y militares, y hoy cada vez más solo militares. Y cada vez que evitaron -y evitan- ‘meterse en problemas con mandos policiales y militares’, socavaron -socavan- la transición que decían -o dicen- promover.

Podemos debatir hasta el infinito qué es la democracia, pero difícilmente habrá una definición que acepte la imposibilidad de ejercer el derecho a la seguridad. Hay conceptos más amplios o más restringidos, pero sostener que existe democracia donde no hay seguridad -al menos en condiciones razonables para la mayoría- es, a nuestro juicio, un despropósito.

Hoy vivimos tiempos de descrédito de la transición a la democracia en México y, en gen

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