La situación de limpieza étnica y genocidio es mucho más grave que la que sufre Ucrania, que en cambio sí recibe atención política, diplomática, económica y militar. Cuesta creer que seamos tan poco equitativos en cuanto a las respuestas a las crisis
La inacción frente al genocidio en Gaza causa las primeras fracturas en gobiernos europeos
A finales de 2023, la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF), integrada por 21 organismos e instituciones intergubernamentales, ya avisó en un informe que el 59% de la población de Gaza estaba en situación de emergencia o catástrofe alimentaria, con el 17% de su población en la fase de hambruna. Ahora, y según consta en su reciente informe, la situación es muchísimo más grave, pues afecta a la totalidad de la población. En aquel primer momento citado, solo dos países habían roto relaciones diplomáticas con Israel, Bolivia y Belice, y el año siguiente, en 2024, lo hicieron Colombia y Nicaragua. Ningún país europeo se ha atrevido a tomar esta medida, la más firme a nivel diplomático y político. La segunda medida diplomática es la retirada del embajador o embajadora en Israel, algo que ya hicieron Jordania, Sudáfrica y Chad, pero ninguno europeo. La tercera medida, más suave, es llamar a consultas al embajador de Israel. Lo han hecho seis países, cuatro de ellos latinoamericanos, pero que yo sepa, ninguno de Europa, excepto Turquía. Esto son decisiones unilaterales y soberanas de cada país, y no depende de la Unión Europea. ¿Cómo es posible tanta tibieza frente a lo que está ocurriendo, no solo por una hambruna planificada y forzada, sino por la destrucción completa de toda la Franja, con tantos muertos y 100.000 toneladas de bombas lanzadas sobre este territorio, seis veces Hiroshima, con objetivos que van de escuelas, hospitales, campos de refugiados o periodistas?
Después de Ruanda, Gaza ocupa el primer lugar en cuanto a la letalidad de las guerras contemporáneas, en términos relativos, tres veces superior al de Bosnia, que ocupa el siguiente lugar, así como de número de periodistas asesinados, casi diez veces superior al de Siria, que ocupa el segundo lugar, y con una situación alimentaria mucho peor que las crisis que sufrieron Yemen, Etiopía, Afganistán, Somalia o Sudán, para poner los ejemplos más extremos del siglo XXI. Podría poner más datos comparativos, y Gaza siempre ocupa el primer lugar. La situación de limpieza étnica y genocidio es mucho más grave que la que sufre Ucrania, que en cambio sí recibe atención política, diplomática, económica y militar. Cuesta creer que seamos tan poco equitativos en cuanto a las respuestas a las crisis.
En diciembre de 2023, Sudáfrica presentó una demanda contra Israel en la Corte Internacional de Justicia, a la que se han sumado trece Estados de manera formal, presentando declaraciones de intervención o comunicados oficiales. De Europa, solo figuran Turquía y España, los demás, nada de nada. El temor a ser acusados de antisemitismo, parece que pesa en exceso. Tampoco han roto las relaciones comerciales, hay tibieza en los embargos de armas, y muchos se escudan en las dificultades para sea la Unión Europea quien dé el paso importante, cuando todos sabemos que los temas de política exterior han de ser aprobados por mayoría absoluta, sin votos en contra, incluida Hungría, lo que bloquea la toma de decisiones. Además, y a diferencia de la posición de Josep Borrell, más enfática en este tema, la actual alta representante para la Política Exterior, Kaja Kallas, no supo imponerse el pasado 15 de julio en la reunión de ministros de Exteriores para aplicar sanciones, donde al menos España sí que dio la cara.
Reconocer a Palestina como Estado es conveniente, sin duda, pero es una medida puramente simbólica, pues nunca habrá un Estado palestino si los palestinos han muerto de bombas y hambre, tendrán que refugiarse a corto plazo en los países vecinos, al quedar destruidas todas sus casas y las infraestructuras vitales, y por la desaparición de la Autoridad Palestina, inservible desde hace tiempo, por la combinatoria de la presión israelí, la falta de democracia interna y la corrupción sistémica que produce vivir permanentemente de la ayuda internacional. Israel no solo ha ganado militarmente, sino que ha eliminado cualquier proyecto de futuro político para Palestina. Esto me parece ya inevitable, pero no por ello Israel ha de quedar impune. Tendría que pagar por todo lo que hace. Las encuestas más recientes en Israel, muestran una tendencia alarmante de deshumanización hacia los gazatíes por parte de una parte significativa de la población judía israelí. Existe también una fuerte indiferencia hacia la crisis humanitaria, mientras que las prioridades del conflicto se centran principalmente en la situación de los rehenes, que sin duda merecen ser liberados y sin contrapartidas. Hablaremos de ello otro día, pero Hamás tiene una enorme responsabilidad sobre todo lo que acabo de comentar.