Una de las campesinas que vendían fruta en el mercado de La Mercè, en Virrei Amat, tenía a mi madre embelesada con sus dichos. Cada vez que yo protestaba porque me daba fruta de postre, me soltaba uno que jamás llegué a entender: “Per l’agost és madura, per setembre, sepultura”. Supongo que iba de recoger la fruta antes de que se echara a perder en septiembre. En castellano topo con un equivalente: “Agosto tiene la culpa, septiembre lleva la pulpa”.
En aquellos tiempos el calendario marcaba unas pautas que, medio siglo después, son pura arqueología. El verano se extendía de San Juan a la Mercè. La liga de fútbol arrancaba en septiembre, la escuela, no mucho antes del 15, y el veintitantos mi madre ya montaba el escaparate de otoño en la zapatería, colocando los nuevos modelos y retirando