El juicio que comienza este martes Supremo Tribunal Federal puede desembocar en hasta 43 años de prisión para el expresidente de Brasil y tensar aún más las relaciones diplomáticas con Estados Unidos
La Justicia brasileña impone a Bolsonaro la tobillera electrónica y le prohíbe usar redes sociales
Drones con cámaras térmicas para detectar movimientos sospechosos, perros rastreadores, detector de metales y un férreo control de la Policía Militar jamás visto en Brasil durante la celebración de un juicio. La sede del Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasilia, asaltada por fanáticos bolsonaristas el 8 de enero de 2023, acoge desde este martes el juicio más esperado de la historia del país sudamericano. El expresidente Jair Bolsonaro y otros siete colaboradores, considerados por la Fiscalía General del Estado como el núcleo duro, están acusados de formación de organización criminal, intento de golpe de Estado y abolición violenta del Estado democrático y de derecho, entre otros delitos.
Las acusados se enfrentan a una pena de hasta 43 años de cárcel. Alexandre de Moraes, el ministro del Supremo sancionado por Donald Trump –no puede usar tarjetas de crédito estadounidenses–, será el maestro de ceremonias del juicio final de un proceso judicial que tiene en vilo a todo un país.
Las múltiples presiones de Estados Unidos a Brasil, que Trump atribuye a la supuesta persecución política contra Jair Bolsonaro, convierten la causa contra el golpismo brasileño en un termómetro de la democracia en el mundo. La semana pasada, The Economist dedicó su portada al juicio, que considera una lección para la democracia estadounidense: “A pesar del castigo a Brasil por procesar a Bolsonaro, el país está decidido a salvar y fortalecer su democracia. Brasil se ha transformado en un caso de estudio sobre cómo los países se recuperan de la fiebre populista”.
Militares en el banquillo
Desde que la Fiscalía formulara oficialmente su acusación el pasado 14 de julio, el cerco sobre Jair Bolsonaro se estrechó de manera inesperada. El tarifazo estadounidense a Brasil para presionar a la justicia y al Gobierno de Lula da Silva tuvo respuesta casi inmediata. Primero, tobillera electrónica para el expresidente. Después, prisión domiciliaria. Tras el descubrimiento de un plan de fuga y una petición de asilo a Argentina por parte de Jair Bolsonaro, llegó una vigilancia policial las 24 horas del día, ya que la Policía Federal temía que el detenido se escapara de su edificio en el capó de algún coche.
El juicio, que se prolongará hasta el día 12 de septiembre, no es solo icónico por sentar en el banquillo por primera vez a un expresidente por intento de dar un golpe de Estado, sino porque nunca se había juzgado a militares del más alto escalafón desde que se restauró la democracia en 1985. En el juicio al núcleo duro del intento de golpe están acusados tres generales el Ejército (Braga Netto, Augusto Heleno y Paulo Sérgio Nogueira) y el excomandante de la Marina (Almir Garnier Santis). El juicio a los otros núcleos, que se celebrará posteriormente, incluye a almirantes, coroneles, tenientes coroneles, comandantes y subtenientes.
El historiador Jadir Gonçalves Rodrigues, de la Universidad Federal de Goiás (UFG), sostiene que el juicio establece un precedente importante. “Hay vídeos, documentos, mensajes, rastros digitales. Es un volumen extraordinario de pruebas, tal vez el mayor de la historia política brasileña en relación a un intento de golpe”, destaca el historiador en declaraciones al Correio Braziliense. En su opinión, la abundancia de registros vuelve “indefendible” la posición de los acusados. La más que probable condena a los militares funcionará como una especie de venganza en diferido de la Ley de Amnistía de 1979 que perdonó los crímenes cometidos por la dictadura militar.
El mundo, en vilo
Tras el intento de interferencia de Trump en la justicia brasileña, el juicio a Jair Bolsonaro se ha convertido en un test para la democracia global. Todas las delegaciones diplomáticas en Brasilia, la Organización de los Estados Americanos (OEA, presidida por el progresista Albert Ramdin), la propia ONU y los gobiernos europeos observan el juicio conteniendo el aliento. “El juicio despierta semejante atención en el exterior porque muestra que defender la democracia no significa apenas luchar contra las amenazas, sino también responsabilizar a quien las practica. El juicio marca el cierre de un ciclo en el que la democracia brasileña, a pesar de ser atacada, consiguió resistir ante sus detractores como ninguna otra”, dice Fabio de Sá e Silva, profesor de la Universidad de Oklahoma a UOL.
The Washington Post considera que el juicio contra Jair Bolsonaro es “el ápice de una saga extraordinaria que polarizó todavía más a Brasil, puso a prueba a su poder judicial y abrió un abismo cada vez mayor con Estados Unidos”. Por su parte, Steven Levitsky, coautor del best seller Cómo mueren las democracias y profesor en la Universidad de Harvard, aseguró en julio en una entrevista a la BBC que el intento de interferencia de EEUU en Brasil está más “desinformado” y es más “arrogante” que las acciones durante la Guerra Fría, cuando Washington apoyó golpes militares en América Latina. “Es un capricho personal de Trump. No se trata de una política seria”, aseguró. Levitsky no tiene ninguna duda de que “Brasil es un sistema más democrático que Estados Unidos”.
Staffan Lindberg, director del Instituto Varieties of Democracy (V-DEM) de la universidad sueca de Gotemburgo, reconoció en una entrevista reciente que EEUU no puede considerarse más como una democracia. “Entraron en lo que llamamos autocracias electorales: aunque tengan las características de democracia las instituciones ya no funcionan”, aseguró Staffan Lindberg. El último Democracy Report del V-Dem, lanzado en marzo, reveló que en 2024 por primera vez desde 1990, el número de países autocráticos superó a los democráticos: 99 frente a 88. Apenas el 12% de la población mundial vive en democracias liberales plenas, frente a un 72% que sufren regímenes autocráticos. Linberg, que considera que Brasil es uno de los pocos países del mundo que está mejorando su calidad democrática, reconoció a US News que la posición de Estados Unidos bajará en el próximo informe, dada la aceleración de su degradación democrática.
El Gobierno de Lula teme que el ingreso en prisión de Jair Bolsonaro desencadene nuevas medidas de la Administración Trump contra su país. La CNN divulgó un plan supuestamente aprobado por el presidente estadounidense para cortar las relaciones diplomáticas con Brasil.
De momento, el intento de Trump de desestabilizar al Ejecutivo de Lula está convirtiéndose en un verdadero tiro en la culata. Apenas el 28% de los brasileños defiende a la familia Bolsonaro, reveló la consultora Quaest. Si el presidente brasileño vivía horas bajas antes del tarifazo de Trump, recupera popularidad a ritmo agigantado. Y aumenta su ventaja contra todos sus posibles rivales en las elecciones presidenciales de 2026. Tras el proceso judicial contra Bolsonaro y su firme postura frente a Trump, la victoria del actual presidente de Brasil parece más probable que nunca.