El presidente viaja a Londres para sellar un acuerdo con el primer ministro británico que formalice la relación tras el Brexit y en pleno intento de acercamiento por parte del laborista, uno de los pocos jefes de Gobierno de centroizquierda en Europa

España y Reino Unido acuerdan un nuevo estatus para Gibraltar: adiós a la verja y a los controles sobre personas y mercancías

Pedro Sánchez retoma la agenda internacional en el arranque de un nuevo curso complicado en la política interna con un viaje a Londres, donde se reunirá este miércoles con el primer ministro británico, Keir Starmer. La foto en el número 10 de Downing Street tiene, más allá de la importancia simbólica de dos de los pocos líderes progresistas que quedan en Europa, relevancia diplomática tras el acuerdo sobre Gibraltar que los dos gobiernos –y Bruselas– alcanzaron el pasado mes de junio. Ese es uno de los hitos que ha facilitado la cita, organizada al milímetro por los británicos, y que culminará con un foro empresarial del que ambos países esperan sacar tajada, especialmente en sectores como el de la defensa, la ciberseguridad o las telecomunicaciones.

Compartir frontera, que a partir de 2026 dejará de tener un muro físico con la eliminación de la verja, y las desavenencias que ha supuesto tras el Brexit, con la prolongación de las negociaciones sobre Gibraltar durante cinco años, no han impedido que las relaciones económicas y comerciales hayan sido fructíferas. Reino Unido es el quinto destino de las exportaciones españolas de bienes y el noveno proveedor de importaciones. El año pasado, España exportó bienes por valor de 23.800 millones de euros y las importaciones fueron de 10.000 millones. España es el segundo proveedor de servicios en Reino Unido, sólo por detrás de Estados Unidos.

El acuerdo que rubricarán los líderes pretende “estructurar” la relación entre los dos países tras el Brexit: el desacuerdo sobre Gibraltar era un escollo hasta ahora para dar ese paso. Esa nueva “alianza estratégica” formalizará los lazos de manera que los ministros de Exteriores tendrán que reunirse al menos una vez al año para analizar las relaciones. Entre los asuntos que se abordarán está el turismo, que es uno de los principales atractivos de la relación (el 20% del turismo que recibe España es británico).

Viaje con empresarios

Además, Sánchez y Starmer participarán, junto con los ministros de Economía, en un foro empresarial con presencia de los directivos de las principales multinacionales de los dos países (como Aena, Navantia, Indra, Iberdrola, Telefónica o Banco Santander, por la parte española; y AstraZeneca, BP, Octopus Energy o Barclays, entre otras, por la británica) con el objetivo de afianzar los lazos e incluso establecer el “germen” de un futuro comité asesor empresarial. En algunos sectores, como el de la banca, la energía o las telecomunicaciones, ya existen sinergias tradicionales entre las compañías de los dos países y la pretensión del Ejecutivo español es ampliarlas a nuevos ámbitos.

Y ahí entra en juego la carrera armamentística a la que se han lanzado los países europeos y la OTAN con compromisos de disparar el gasto en defensa. España ha llegado ya al 2% del PIB en gasto militar, según las últimas estimaciones de la organización trasatlántica, y Reino Unido ha superado el 2,4%.

En el marco de la conversación entre los gobiernos de España y Reino Unido está la creación de consorcios defensivos en un momento en el que el plan de rearme de la UE contempla préstamos para los proyectos en los que participen varios países europeos. “Cuando el presidente del Gobierno habla de preferencia nacional o europea [para los nuevos proyectos de defensa], Reino Unido está incluido”, afirman fuentes gubernamentales, que apuntan a que la Comisión Europea está trabajando en el desarrollo de su propuesta para dar cabida a los socios que no forman parte del club comunitario.

Gasto británico en defensa

El presupuesto británico, muy ajustado por el agujero fiscal que arrastra el país desde el anterior Gobierno conservador, prevé llegar al 2,5% de gasto en defensa del PIB en 2027, pero la nueva manera de clasificar como defensa otros gastos de seguridad, infraestructuras y protección civil, por ejemplo, en energía, transporte y control de fronteras, hace que el Ejecutivo estime que el gasto en ese nuevo concepto más genérico de seguridad llegue hasta del 4,1% para ese año.

En junio, Starmer firmó el compromiso político que suscribieron todos los aliados de la OTAN –a excepción de Sánchez, que logró una suerte de cláusula de excepción– de llegar al 5% del PIB en ese nuevo concepto más amplio de seguridad para 2035, es decir, al final de la siguiente legislatura y con el Gobierno que salga de las elecciones generales previstas para 2029. Starmer, que cumplió este martes 63 años, dice que se volverá a presentar, aunque ahora es difícil vislumbrar qué tipo de Gobierno tendrá entonces Reino Unido mientras sigue ascendiendo la extrema derecha de Nigel Farage, cuyo partido, Reform, va el primero en intención de voto en las encuestas.

En todo caso, una de las prioridades del Gobierno laborista para intentar relanzar la anémica economía británica es aumentar el gasto público también con proyectos de seguridad y defensa. Starmer asegura que el gasto en defensa “se notará directamente en los bolsillos de la clase trabajadora” y pone a menudo ejemplos de puestos de trabajo “estables” en plantas locales, como la de la multinacional aeroespacial británica BAE, pero parte de los nuevos contratos también irán a empresas europeas.

De hecho, según los datos recién publicados por la oficina encargada de contratos públicos del Ministerio de Defensa británico, los contratos otorgados a empresas no británicas suelen ser más cuantiosos que los de compañías locales. Entre julio de 2024 y julio de este año, los contratos de ese Ministerio para empresas de fuera del país fueron un 23% más elevados de media que los concedidos a empresas británicas, aunque éstas sigan siendo las principales receptoras (consiguieron 1.244 contratos frente a los 174 de empresas no británicas).

En algunos casos, la experiencia española en el ferrocaril o la construcción escasea en Reino Unido. Una de las inversiones españolas más relevantes para el país ha sido este año la de Navantia, la empresa pública española de construcción naval civil y militar que ha comprado los astilleros Harland & Wolff de Belfast, en Irlanda del Norte, donde se construyó el Titanic, y que ahora estaban al borde de la quiebra. La empresa española ha comprado la británica por unos 112 millones de euros, pero el acuerdo también incluye contratos de la Armada británica.

Vuelta a empezar

También la defensa es uno de los ámbitos en los que Bruselas ha centrado sus esfuerzos en el marco del “reseteo” de las relaciones con Reino Unido que sigue intentando Starmer cinco años después de la salida oficial de su país de la Unión Europea. Desde entonces, su Gobierno ha firmado con la UE compromisos políticos para aligerar los controles en las fronteras para algunos bienes, pero todavía, por ejemplo, no ha acordado más facilidades para los viajes de estudios o trabajo de los jóvenes o los tours de los músicos, que estaban entre las promesas de mínimos. El principal avance ha sido en cooperación ante las crisis internacionales dado el peso militar y diplomático que sigue teniendo Reino Unido, la única potencial nuclear junto a Francia en Europa.

Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, también focalizó las relaciones en la migración, un asunto en el que ha virado, como los gobiernos europeos, hacia las posiciones más duras arrastrada por el auge de la extrema derecha. También el Gobierno británico ha endurecido sus políticas, con restricciones para los refugiados, mientras el debate público está cada vez más dominado por la agenda xenófoba de Farage, como presume él mismo.

Sin embargo, ese es un asunto en el que Sánchez no entrará, a pesar de que su posición es opuesta al rumbo que está tomando Londres y que se asemeja más al endurecimiento que ha ganado terreno en la UE. Ni en Madrid ni en Londres quieren que nada empañe una cita que empezó a fraguarse en julio de 2024. Entonces se produjo el primer encuentro formal entre ambos líderes, durante la reunión de la Comunidad Política Europea que se celebró en el Palacio de Blenheim, en la aldea de Woodstock, con Starmer como anfitrión a los pocos días de su victoria electoral. Unos días antes, Sánchez también estuvo con Starmer en la final de la Eurocopa celebrada en Berlín y que ganó España contra Inglaterra.