De pequeña, Teresa Estapé era de esas niñas que convertían una arandela en un anillo y se perdían en el cajón de joyas de su madre. Criada entre dos figuras femeninas singulares —una madre artista, libre, nudista, que estudiaba japonés y astrología, y una abuela devota del detalle, los objetos y los rituales domésticos—, creció en un universo sensorialmente rico, donde los tejidos, los altares de mayo y las mesas bien puestas eran sagrados.
Estudió Bellas Artes y se formó como joyera en la Massana. De su maestro, Ramon Puig Cuyàs, aprendió que una joya puede abordar conceptos artísticos como cualquier otra disciplina, aunque su formato esté inevitablemente ligado al cuerpo. Desde entonces, su obra se despliega en múltiples registros —instalaciones, grabados, objetos táctiles— siempre habi