La historia de la caza de brujas en el Viejo Continente es espeluznante. Miles de personas, en su mayor parte mujeres, murieron abrasadas por el fuego o ahorcadas, acusadas de realizar pactos con el diablo, aquelarres y diversos sinsentidos, creencias en su mayor parte fruto de la envidia, la superstición y la intolerancia.

Aquel clima de histeria colectiva fue, en gran parte, impulsado por los llamados “martillos de brujas”, textos que recogían las prácticas criminales de las supuestas brujas y sus coqueteos con las fuerzas del mal. Precisamente uno de aquellos envenenados escritos fue confeccionado por un monarca, Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia, que durante gran parte de su reinado estuvo obsesionado con la que llamaban la secta de las brujas.

Una infancia atormentada

Jacobo

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