El reciente Informe Presidencial debería haber sido un espacio para rendir cuentas al pueblo de México. Sin embargo, lo que vimos en el Congreso fue un ejercicio de simulación política, donde en lugar de responder a los problemas reales, la inseguridad, el desabasto de medicinas, la falta de empleo y el abandono del campo; el oficialismo prefirió usar la tribuna como un acto de propaganda.
Lo ocurrido después, con la confrontación directa en la sesión, dejó en evidencia algo mucho más grave: Morena y sus aliados no toleran la crítica ni el disenso. En lugar de debate, hubo descalificaciones; en lugar de diálogo, intentos de intimidación.
En el PRI tenemos claro que el Informe no puede convertirse en un ritual vacío ni en una ceremonia de autoelogio. Nuestra obligación es señalar los erro