C IUDAD DE MÉXICO.— La visita del secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, a la presidenta Claudia Sheinbaum fue presentada como un nuevo capítulo de cooperación bilateral en materia de seguridad. Sin embargo, tras los gestos diplomáticos y los anuncios formales, quedó claro que los temas más incómodos de la relación quedaron fuera del guion público .

Operaciones militares en el Caribe

Mientras en Palacio Nacional se hablaba de “colaboración histórica”, en la agenda silenciosa flotaba la reciente decisión de Washington de ordenar operativos militares contra embarcaciones ligadas al narcotráfico en el Caribe . La acción, vista desde México como una intromisión unilateral, ni siquiera fue mencionada en la conferencia conjunta.

“Narcos” como terroristas

Otro de los puntos más espinosos que ambos gobiernos prefirieron enterrar en el silencio fue la iniciativa de clasificar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas internacionales . Tal medida abriría la puerta a intervenciones más directas de agencias de seguridad de Estados Unidos en territorio nacional, un escenario que en México se considera una amenaza a la soberanía.

Fricciones económicas bajo la alfombra

Los roces comerciales por las políticas energéticas y medioambientales mexicanas tampoco asomaron en el encuentro. Pese a que empresas estadounidenses presionan para tener certidumbre bajo el T-MEC, el tema se maquilló en la narrativa oficial, dejando de lado un frente que sigue tensando la relación.

Migración: la gran ausente

Aunque es uno de los principales motores de la agenda bilateral —y un factor central en la política electoral estadounidense—, la crisis migratoria apenas apareció como un eco lejano. Las deportaciones masivas y el endurecimiento de las políticas fronterizas siguen impactando a miles de mexicanos y centroamericanos, pero no merecieron espacio en la conversación pública.

Cooperación con límites

El resultado formal de la visita fue la creación del Programa de Seguridad Fronteriza y Aplicación de la Ley , con el que ambos países prometen reforzar su lucha conjunta contra el crimen organizado. Sin embargo, el encuentro dejó la sensación de que México y Estados Unidos prefirieron mostrar la foto de la cooperación antes que encarar los verdaderos puntos de fricción .

En el fondo, la visita de Rubio confirmó lo evidente: la relación bilateral avanza en seguridad, pero a costa de omitir los desacuerdos más duros , que siguen siendo las verdaderas pruebas de fuego entre los dos gobiernos. (Agencias)