Costaba reconocer en el amasijo de hierros que reposaban sobre una de las curvas de la empinada pendiente de la Calçada da Glòria de Lisboa una de las dos cabinas del histórico funicular que desde el 24 de octubre de 1885 conecta la céntrica plaza de los Restauradores con el emblemático Barrio Alto, terminando el recorrido junto al famoso mirador de São Pedro de Alcântara. Un trayecto de 275 metros, con una pendiente del 18%, que se realiza casi a cámara lenta, en apenas tres minutos, y que el miércoles por la tarde se truncó dramáticamente con el descarrilamiento de una de las cabinas, la muerte de 16 personas y heridas en otras nueve, seis de gravedad.

La policía judicial portuguesa, a las órdenes de la Fiscalía, trabajaron en el escenario de una tragedia que ha sacudido a todo un país,

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