A menos que a uno le preocupen los costos sociales, matar la inflación no es difícil; basta con reducir drásticamente el gasto público y negarse a emitir más dinero que el justificado por lo que ingrese a las arcas estatales. En cambio, sanar una cultura política congénitamente enferma sí plantea un sinnúmero de problemas que no pueden solucionarse aplicando un par de medidas sencillas.
¿Lo entiende Javier Milei? Hay motivos para dudarlo. Obsesionado como estaba por el desafío económico, al iniciar su gestión creyó que los políticos no tardarían en adaptarse a la nueva realidad que estaba construyendo. Hasta hace poco, parecía haber acertado, ya que ninguna facción opositora ofrecía al electorado una alternativa convincente al proyecto que impulsaba, pero en política siempre es prematu