El impopular primer ministro cambia las grandes carteras del gabinete tras la dimisión de la vice primera ministra mientras la economía no se recupera y la extrema derecha sigue ascendiendo
La número dos de Starmer dimite por haber pagado menos impuestos de los que debía
Catorce meses después de haber ganado las elecciones con una mayoría abrumadora en la Cámara de los Comunes, Keir Starmer está en apuros. El primer ministro británico aceptó este viernes la dimisión de Angela Rayner, su gran aliada y el símbolo de la “clase trabajadora”, y tuvo que remodelar de urgencia su Gobierno, cada vez más impopular.
La vice primera ministra, ministra de Vivienda y segunda también del Partido Laborista deja sus puestos después de haber pagado una tasa menor de la debida en la compra de un piso el pasado mayo en lo que, según ella y según una investigación ética independiente, es un error no intencionado.
Su salida provocó la remodelación inmediata del Gobierno. El sustituto de Rayner como vice primer ministro es David Lammy, hasta ahora ministro de Exteriores y que pasa a Justicia. La nueva jefa de la diplomacia británica será Yvette Cooper, hasta ahora en Interior, una cartera que ocupa ahora la ministra que estaba en Justicia, Shabana Mahmooud. Rachel Reeves sigue siendo la canciller, encargada del Tesoro. Así las tres grandes carteras -Exteriores, Interior y Economía- están en manos de mujeres por primera vez en un Gobierno británico. También nombró nuevos ministros en Vivienda, Medio Ambiente y relaciones con Escocia.
En cualquier caso, en la mayoría de los casos son las mismas caras en un gabinete que tiene el reto de cambiar su imagen ante un público descontento con todos las opciones políticas que tiene. Starmer también hizo cambios en varios cargos del Partido Laborista, que ahora tendrá que celebrar una votación interna para elegir a un número dos.
Descontento general
Ahora el 70% de los ciudadanos dicen tener una opinión negativa del Gobierno, incluidos cerca de un 60% de votantes identificados como laboristas, según la última encuesta de YouGov. El nivel de descontento es casi idéntico al que sentían los encuestados en junio de 2024 en las últimas semanas de vida del Ejecutivo del Partido Conservador. Ante el hundimiento de ambos partidos, el principal beneficiario es hasta ahora Nigel Farage. Su partido de extrema derecha, Reform, va el primero en las encuestas de intención de voto, si bien los encuestados dicen preferir un gobierno de Starmer a uno de Farage si se les presenta ese dilema (que en teoría no se presentará hasta las generales, previstas en 2029).
La hasta ahora vice primera ministra era más popular que Starmer, pero también había bajado en consideración ante la opinión pública. Rayner, en particular, sufría desde hacía meses las portadas de los diarios que la criticaban por sus ideas, su ropa o su supuesta hipocresía al pedir subidas de impuestos para los más ricos. Una investigación del Mail on Sunday el año pasado sobre la venta de una vivienda de protección oficial en 2015 aseguraba que no había pagado lo suficiente en impuestos, pero en ese caso Hacienda le dio la razón a Rayner después de una investigación pedida por el Partido Conservador.
La dimisión llegó este viernes después de que Rayner pidiera asesoramiento fiscal para examinar sus cuentas por las informaciones publicadas por el Daily Mail y el Telegraph sobre la compra de un piso y la clasificación como vivienda principal.
Rayner anunció su renuncia en cuanto recibió la carta del consejero independiente sobre el código ético del Gobierno que decía que no había cumplido con “los estándares más altos posibles de conducta apropiada” al no haber buscado más asesoría fiscal para la compra del piso el pasado mayo en un caso especialmente complicado por su situación familiar. La política laborista había vendido su parte de la casa que compartía con su exmarido y que ahora es propiedad de un fondo fiduciario a nombre de uno de los hijos de la pareja, un adolescente de 17 años con discapacidad. El consejero independiente, Laurie Magnus, reconoció “la integridad” de Rayner, pero aun así concluyó que había violado el código ético del Gobierno.
Rayner, de 45 años, era la interlocutora habitual con el ala más a la izquierda del partido, y la que conectaba con colegas y periodistas más fácilmente que el más distante Starmer. A menudo, su historia personal destacaba en medio de una clase política dominada por las élites económicas: Rayner fue madre adolescente en una pequeña ciudad del norte de Inglaterra y abandonó el colegio para trabajar y mantener a su familia en una vivienda de protección oficial. Volvió a estudiar y logró un título como asistente de cuidados sociales. Se metió en política a través de los sindicatos locales y es diputada nacional desde 2015.
Starmer, que tuvo algún enfrentamiento con ella cuando el partido estaba en la oposición, había forjado una buena relación política con Rayner, y este mismo miércoles dijo que estaba “orgulloso” de sentarse a su lado. Además de ser la número dos del Gobierno, Starmer le había encomendado una de las tareas que obsesionan al Gobierno: la construcción y la mejoría de viviendas y la ayuda para corregir la fuerte desigualdad regional.
Desigualdad regional, precios disparados
La pobreza fuera de Londres es una de las lacras del país, que sigue sufriendo por servicios deteriorados, precios altos para la electricidad y otras necesidades básicas, y un crecimiento de la economía anémico. Mientras el agujero fiscal se sigue agrandando, el coste de pedir prestado para el Estado se ha disparado a niveles que no se registraban desde 1998 y el Ejecutivo ya cuenta con más subidas de impuestos en otoño para no seguir recortando el gasto público.
Starmer ha reculado en algunos intentos de reducir programas de ayudas a largo plazo para quienes no trabajan por discapacidad o enfermedad o la ayuda universal para pagar la factura eléctrica que reciben todos los pensionistas. Las quejas de su propio partido le han hecho dar marcha atrás, y a la vez el desequilibrio fiscal sigue aumentando mientras no llega la receta a la que el primer ministro fiaba todo: el crecimiento económico.
La incertidumbre provocada por los aranceles de la Administración Trump y el aislamiento comercial y laboral del Brexit siguen perjudicando a la economía británica.
Mientras ni los baches ni los trenes mejoran, la minoría que propulsó la salida del Reino Unido de la Unión Europea se ha concentrado alrededor del partido de Farage. El líder de Reform, que habló este viernes en el congreso de su partido, dijo que su intención es “devolver la grandeza” al Reino Unido, o, en inglés, “make Britain great again”.