Antonio, un joven de 29 años, trabaja en el sector tecnológico realizando tareas de desarrollo multiplataforma. Su experiencia laboral se caracteriza por contratos breves, a menudo de menos de una semana. "Te llaman para sacarles del apuro, arreglar algo o levantar un proyecto puntual y listo", explica. Sin embargo, esta situación no es única. En los primeros siete meses de este año, se firmaron casi dos millones de contratos temporales que no superaron una semana en España.

La temporalidad extrema afecta a miles de trabajadores, quienes viven en una constante incertidumbre. Según datos del SEPE, de los 5,27 millones de contratos temporales registrados hasta julio, 3 millones no llegaron al mes de duración. De estos, 1,94 millones, es decir, el 64% de los contratos de menos de un mes, no alcanzaron ni siquiera los siete días. A pesar de que las empresas deben pagar un recargo en las cuotas a la Seguridad Social por estos contratos, la ultra-temporalidad sigue en aumento. En comparación con el año anterior, los contratos de menos de un mes crecieron un 2,6% y los de menos de una semana un 2,8%.

Antonio señala que el estrés generado por esta inseguridad laboral es abrumador. "No sabes si dentro de dos meses vas a seguir cobrando o no", comenta, refiriéndose a su situación como un "sinvivir". Esta inestabilidad le impide planificar su futuro, ya que no puede solicitar una hipoteca o un alquiler serio. "Lo poco que entra sirve para vivir los meses en que no hay trabajo", añade.

En el sector de la hostelería, la situación es aún más crítica. Marina, de 22 años, ha trabajado en festivales y eventos, donde los contratos cortos son la norma. "Con contratos de pocos días no podía pedir un préstamo para comprarme un coche", lamenta. Además, denuncia prácticas de explotación laboral, como en su experiencia en una discoteca, donde trabajaba 30 horas los fines de semana, pero en su nómina aparecían solo diez horas.

Eva, de 28 años, ha trabajado como azafata de eventos, también con contratos de menos de un mes. Ella y otros trabajadores coinciden en que la falta de estabilidad laboral les obliga a aceptar cualquier oferta, sin poder planificar su futuro. La situación plantea la necesidad de más inspecciones laborales y penalizaciones para las empresas que abusan de la temporalidad.