El año pasado hubo cuatro millones de bajas más que en 2016, un gran auge fruto de un cóctel de factores como la pandemia, el envejecimiento de los trabajadores y el colapso de la sanidad, como reflejan los datos a los que ha accedido elDiario.es vía Transparencia y señalan los especialistas
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En 2024, hubo casi 9,2 millones de bajas laborales por enfermedad común en España. Es casi el doble que en 2016, cuando hubo 4,9 millones de procesos de incapacidad temporal iniciados. El incremento se repite en todos los sectores, edades, territorios y patologías, según los datos de la Seguridad Social de los últimos nueve años a los que ha tenido acceso elDiario.es vía Ley de Transparencia. Ciertos sectores empresariales y económicos han intensificado sus discursos contra el fraude y el abuso del “absentismo” de los trabajadores, pero múltiples factores están propiciando este auge de las bajas y dejan huella en las estadísticas. Desde el efecto de la pandemia a la saturación de la sanidad pública, más gente mayor trabajando, el estallido de los problemas de salud mental y cierto cambio generacional, entre otros.
Antes de analizar su incremento, lo primero es aclarar qué son las bajas laborales, un derecho de los trabajadores a ausentarse de su puesto por estar enfermos o haber sufrido un accidente, cuando han cotizado lo mínimo para ello y siempre con la acreditación de un médico.
Es lo que a diario las mutuas, gran parte del sector empresarial y conservador –y cada vez más actores– denominan “absentismo”, que la RAE define como “abstención deliberada de acudir al lugar donde se cumple una obligación”. Un término que los sindicatos piden excluir del debate, ya que condiciona el marco de análisis hacia una supuesta intencionalidad del trabajador. “Las bajas no se cogen, las da un médico. Criminalizar a las personas en incapacidad temporal es muy injusto”, advierte Carlos Bravo, secretario confederal de Protección Social de Comisiones Obras.
Los datos son contundentes. Las bajas por enfermedad común de trabajadores están creciendo de manera continuada y mucho en los últimos años, con un salto cualitativo después de la pandemia de coronavirus, como refleja el siguiente gráfico.
En 2016, hubo 4,9 millones de procesos de baja por incapacidad temporal iniciados. Año tras año, el dato fue aumentando hasta los 6,6 millones de bajas en 2019. Y llegó la COVID, que disparó los procesos al pico registrado en 2022, cuando tuvo lugar la explosión de casos por la variante Ómicron. Tras la pandemia, las bajas descendieron en 2023, pero se quedaron por encima del nivel previo al coronavirus. En 2024, volvieron a aumentar, hasta los mencionados 9,2 millones de bajas médicas. Un 88% más que en 2016.
Aumentan las bajas y también los días totales de trabajadores en incapacidad por enfermedad. Pero no así la duración media de los procesos, que se ha ido manteniendo, e incluso reduciendo, aunque con un marcado efecto por la pandemia. Los datos de 2024 están infraestimados porque aún hay procesos abiertos.
En este contexto, son continuas las críticas empresariales al abuso del absentismo, como a la supuesta existencia de “bajaciones”, en expresión del presidente de la asociación de autónomos ATA y vicepresidente de la patronal CEOE, Lorenzo Amor, a cuenta del mayor número de bajas los lunes y de altas los viernes. O el foco puesto sobre los “repetidores”, como denomina un estudio de la mutua Umivale a los trabajadores que tienen más de una ausencia por enfermedad en un año.
Ciertos casos de abusos y de fraude existen, como en cualquier otra prestación o ayuda, indican varias fuentes del diálogo social, que insisten también en que es residual y piden no criminalizar a las personas enfermas. “No hay ningún elemento que nos lleve a pensar que hay un aumento del fraude”, explican fuentes del Ministerio de la Seguridad Social, que está analizando el alza en una mesa de negociación con las patronales y los sindicatos. Todos comparten su preocupación respecto al auge, que ha disparado los costes empresariales y de la Seguridad Social (quienes pagan las bajas), pero hay diferencias a la hora de abordar la cuestión.
“Se está enfocando más desde la perspectiva económica, del coste, que desde el sanitario, y así no vamos a solucionar el problema, que es de salud”, considera Patricia Ruiz, secretaria de Salud Laboral de UGT. Fuentes de la patronal CEOE sostienen que “el problema es primero sanitario, de salud, pero nos genera un problema organizativo y económico enorme”. Por ello ponen el foco en solucionar la saturación del sistema sanitario y la falta de personal en la Seguridad Social, que asume las bajas a partir del año de duración. “Si una persona se tiene que curar en un mes, y lo hace en dos, no es normal”, denuncia la parte empresarial.
Comportamientos fraudulentos había antes y hay ahora, pero no hay ningún elemento que nos lleve a pensar que hay un cambio. El fraude tiene la misma dimensión, que es residual
La cuestión es, ¿por qué están aumentando tanto las bajas por enfermedad de trabajadores?
Hay que tener en cuenta que este auge no es exclusivo de España. Está ocurriendo también a nivel internacional, con aumentos en casi todos los países de la Unión Europea en la última década, como recoge el reciente Estudio socioeconómico de la evolución de la incapacidad temporal y la siniestralidad en España de Umivale Activa y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), analizando microdatos de las encuestas de población de activa de cada país en Eurostat.
España destaca como el tercer país de la UE con más trabajadores de baja laboral, tras Francia y Portugal, y también por su importante auge, al pasar de un 2% en 2014 a un 4,1% en 2022. Pero el crecimiento es generalizado –salvo las contadas excepciones de Alemania, Países Bajos, Luxemburgo y Bulgaria– y con muchos otros países con alzas muy abultadas: Malta, Estonia, Letonia, Chipre, Irlanda, Lituania, Croacia y Hungría, entre otros, también han duplicado aproximadamente sus registros.
Salud mental y saturación sanitaria
La dimensión internacional del fenómeno hace pensar que, más allá de los condicionantes nacionales –que los hay–, parecen existir causas transversales que explican este aumento en muchos países del mundo. Entre ellos, en la Seguridad Social destacan “las consecuencias de la pandemia”, cuya magnitud aún está por determinar, consideran. La COVID supuso un salto en las ausencias por enfermedad que ha dejado el nivel mucho más elevado que antes de la crisis sanitaria.
Si miramos la evolución mes a mes, hemos pasado de entre 400.000 y 500.000 bajas mensuales antes de la pandemia a las 700.000-800.000 actuales.
Por un lado, se analiza si la pandemia ha dejado un deterioro de la salud en ciertas patologías, como se está viendo de manera clara respecto a la salud mental. Patronal y sindicatos hablan de “problema de salud pública” en este ámbito y denuncian la “insuficiencia de recursos” del sistema sanitario público.
“Después del COVID, la salud mental está muy mal, viene muchísima gente con ansiedad y otros problemas”, explica Amparo Naranjo Álvarez, médica de un centro de salud de Las Rozas y portavoz del sindicato médico Amyts, que reconoce la insuficiencia de recursos especializados para sus pacientes. “Psicólogos hay poquísimos en la Seguridad Social y la oferta es muy limitada, prácticamente se reduce a que te vea un psicólogo cada tres o cuatro meses. Eso no es una terapia psicológica, no es un control de la clínica de una persona con una patología psiquiátrica”, añade la médica de familia.
Las ausencias por este motivo son más del doble que en 2016. Es la tercera patología que más ha aumentado sus incapacidades, según los datos a los que ha accedido elDiario.es, que permiten ver el diagnóstico de las bajas en grandes capítulos de CIE10, una clasificación internacional de enfermedades.
Las bajas por salud mental en términos absolutos no suponen tantos procesos (+377.000) sobre los cuatro millones de aumento desde 2016. Pero suelen tener duraciones más prolongadas que otras patologías y suponen un motivo de preocupación por la suma de días de ausencia de los pacientes. En UGT alertan de la falta de especialistas en la sanidad pública, pero también de la escasísima prevención de los riesgos psicosociales en las empresas, a pesar de estar obligadas a ello. “Si hay tanta preocupación por este tema, los empresarios tienen mucho por hacer aquí y se solucionarían muchos problemas”, considera Patricia Ruiz.