En junio de 2019, Abi Bradley , entonces una ejecutiva de 24 años, emprendió un viaje desde Londres a Boston sin imaginar que ese trayecto marcaría un antes y un después en su vida. Lo que comenzó como una molestia pasajera, visión doble y problemas de coordinación, fue atribuido al jet lag y al estrés del vuelo. Pero al regresar al Reino Unido, los síntomas persistieron y se intensificaron.
Tras una serie de pruebas médicas, llegó el diagnóstico: glioma de grado 3 , un tumor cerebral agresivo ubicado en una zona crítica del sistema nervioso. La cirugía directa no era viable. El pronóstico era sombrío, pero Abi no se rindió.
El tratamiento fue duro: cinco ciclos de quimioterapia y seis meses de radioterapia. A pesar de que los médicos calificaron la enfermedad como “incurable”, Abi s