En Argentina, el debate sobre el rol del Estado suele bifurcarse. Por un lado, están quienes defienden la estructura actual sin cuestionar sus falencias. Por el otro, aquellos que frente a la ineficiencia y la corrupción proponen la destrucción total de las instituciones. La reciente intervención en organismos y entes reavivó una discusión: ¿es justo que paguen justos por pecadores?

Es innegable que durante las últimas dos décadas la injerencia política en el Estado ha sido profunda. Numerosos informes y denuncias señalan cómo la militancia y el clientelismo se infiltraron en agencias clave, creando estructuras paralelas donde la idoneidad fue reemplazada por la lealtad partidaria. Este fenómeno, comúnmente asociado al kirchnerismo, no solo generó un gasto público desmedido, sino que tamb

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