Nepal vive una crisis sin precedentes. Este martes, cientos de manifestantes incendiaron el Parlamento en Katmandú, desatando una ola de violencia que ha dejado al menos 25 muertos desde el inicio de las protestas. La situación se intensificó tras la dimisión del primer ministro K. P. Sharma Oli, quien renunció en un intento de buscar una solución política a la crisis. Sin embargo, su salida no detuvo el descontento social.
Las manifestaciones comenzaron el lunes, cuando el gobierno bloqueó redes sociales como Facebook y YouTube, lo que fue interpretado como un ataque a la libertad de expresión. La población, ya cansada de la corrupción, salió a las calles en señal de protesta. Durante el primer día de manifestaciones, Amnistía Internacional reportó que la policía utilizó munición real, resultando en al menos 19 muertes.
A pesar del toque de queda, los jóvenes continuaron protestando, atacando edificios públicos y residencias de políticos. La violencia alcanzó un punto crítico cuando la residencia del ex primer ministro Jhalanath Khanal fue incendiada con su esposa dentro. Rajyalaxmi Chitrakar sufrió graves quemaduras y falleció en el hospital. Este trágico evento ha conmocionado al país y ha intensificado la ira de los manifestantes.
El Ejército de Nepal ha hecho un llamado a la calma, instando a la población a evitar más pérdidas humanas y materiales. El alcalde de Katmandú, Balendra Shah, también pidió moderación a los manifestantes. Sin embargo, la violencia no cesa. Edificios oficiales, incluyendo la Oficina de la Presidencia y el Tribunal Supremo, han sido atacados. Además, se han reportado agresiones a líderes políticos y sus familias.
La crisis política y social en Nepal se profundiza, y el futuro del país se presenta incierto. La renuncia del primer ministro no ha logrado calmar a la población, que sigue exigiendo cambios significativos en el gobierno.