Por uno de los caminos sinuosos que atan las granjas solitarias de la región francesa de Mayenne, ruge el motor de una furgoneta. La conduce André Besnier, un joven cubero de Montsûrs, uno de los pueblecitos que completa el mosaico infinito de campos de la zona. Es 19 de octubre de 1933 y circula cargado con un montón de botas vacías. También acarrea una ambición: conseguir que los granjeros de la zona le vendan leche. Tiene buena nariz para los negocios, ha olfateado la posibilidad de hacer dinero fácil al mundo lácteo y se ha lanzado de cabeza: el taller de botas le funciona bien, pero cree que haciendo quesos le podría ir mejor. "En esa época, los granjeros se hacían la mantequilla ellos mismos y no querían vender la leche a nadie", recuerda uno de los ayudantes de Besnier, que le acomp
La pequeña mentira de la que nació el queso Président y el principal grupo láctico del mundo

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