El llamado de la especie es un libro desconcertante, literalmente. Unos filamentos anecdóticos están desparramados por sus páginas como excusa (algo que la crítica no ha dejado de señalar en relación con la obra de Sergio Chejfec ) para la reflexión, pero esta no termina de arrojar ni siquiera conclusiones provisorias. Antes bien, es el resultado de un equilibro casi lírico de la prosa, empeñada en evitar cualquier concesión a la información, tanto en lo que se refiere a desplazamientos, acontecimientos y biografías de los personajes como a precisiones geográficas, sociales y hasta prácticas del mundo que construye la novela. Todo aparece como difuminado detrás de la red porosa de la prosa, que desdibuja lo que toca en un esfuerzo programático sobre el que Chejfec dijo lo suyo en algun

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