El expresidente brasileño Jair Bolsonaro ha sido condenado a 27 años y tres meses de prisión por el Supremo Tribunal Federal (STF) en un fallo histórico. Esta decisión, adoptada por cuatro votos a uno, marca un hito en la historia de Brasil, siendo la primera vez que un expresidente y altos mandos militares son declarados culpables de planear un golpe de Estado. La condena se produce en un año simbólico, cuando Brasil celebra cuatro décadas de su redemocratización.

Bolsonaro fue hallado culpable de cinco delitos, incluyendo intento de golpe de Estado y pertenencia a una organización criminal. La jueza Carmen Lúcia Antunes Rocha, cuyo voto fue decisivo, destacó un "plan progresivo de ataque a las instituciones democráticas" que buscaba impedir la alternancia pacífica en el poder tras las elecciones de 2022. Las pruebas presentadas fueron contundentes, incluyendo un borrador para anular los comicios y amenazas al Poder Judicial.

La votación finalizó con cuatro jueces a favor de la condena y uno en contra. Luiz Fux, el juez disidente, argumentó que el STF no tenía competencia para juzgar a Bolsonaro y pidió su absolución. Sin embargo, esta minoría podría ser utilizada en el futuro para explorar amnistías o indultos.

La condena a Bolsonaro es un cambio significativo en la tradición de impunidad hacia militares y exmandatarios en Brasil. Aunque el fallo envía un mensaje claro de que nadie está por encima de la Constitución, no necesariamente debilita su influencia política inmediata. Las encuestas indican que una parte significativa de la población brasileña sigue apoyándolo, con un 36% negando su responsabilidad en el intento de golpe.

Bolsonaro ya enfrentaba inhabilitaciones previas y no podrá competir en elecciones hasta 2030. Sus partidarios buscan revertir esta situación, considerando la posibilidad de una amnistía en el Congreso, aunque su viabilidad es incierta. La condena también plantea un desafío para la democracia brasileña, que debe lidiar con la polarización y las reacciones de los grupos bolsonaristas.

La decisión del STF no solo es un hito judicial, sino que también plantea interrogantes sobre el futuro político de Brasil. La capacidad de las instituciones para reconstruir consensos y reducir la polarización será crucial en los próximos años. La condena de Bolsonaro marca el fin de una era de impunidad, pero también abre un nuevo capítulo en la lucha de Brasil por consolidar una democracia fuerte y resiliente.