Pocos podían prever que la contaminación de los ríos fuera objeto de debate durante los Juegos Olímpicos de París del pasado año. Pero así sucedió a cuenta del estado del Sena, que fue sede de varias pruebas de natación que tuvieron que ser reprogramadas ante el empeoramiento de la calidad de las aguas que provocaron las fuertes lluvias de esos días.

Situación que no se pudo evitar a pesar del potente plan de saneamiento del río impulsado por la capital francesa, que destinó más de 1.400 millones de euros en actuaciones como la modernización del alcantarillado para evitar vertidos, la conexión de antiguas casas flotantes al sistema de saneamiento público o la instalación de sistemas de control continuo del estado del agua.

Un año después, los problemas parecen haberse resuelto y de hecho, este verano ha tenido lugar un acontecimiento de relevancia histórica: la recuperación para el baño de varios tramos del río, tras una prohibición que duró más de un siglo.

Bañarse en el parisino Sena

Las tres zonas habilitadas para darse un chapuzón en la capital francesa se encuentran frente a la Torre Eiffel, en la isla de Saint-Louis y junto al parque de Bercy . Allí se han puesto en marcha estructuras flotantes de madera, plataformas y escaleras. También se ha incorporado un cuerpo de socorristas.

Para garantizar la seguridad de los bañistas ante posibles escenarios de contaminación de las aguas, se ha adoptado un sistema de banderas : verde si el agua está en buen estado para el baño, roja si las condiciones no lo permiten, ya sea por bacterias o por la intensidad de la corriente.

Para la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, esta reapertura para el baño tras una prohibición que duraba desde 1923 ha supuesto un «momento histórico» . Este aparente final feliz tiene muchos peros: ha sido necesario un enorme esfuerzo económico y de medios técnicos y humanos y, además, se siguen produciendo importantes variaciones en el nivel de salubridad de las aguas.

Un siglo después, la gente se vuelve a bañar en el Sena. (Foto: Europa Press).

La cloaca del Ruhr

Otro ejemplo de la dificultad que implican los proyectos de descontaminación de los ríos lo tenemos en el Emscher , conocido durante más de un siglo como la cloaca de la región del Ruhr , situada en el oeste de Alemania, dentro del estado de Renania del Norte-Westfalia.

Se trata del área industrial más grande del país germano y en la que además tuvo un importante peso la minería de carbón , una de las grandes responsables del mal estado de un cauce fluvial atestado de vertidos químicos industriales y, también, domésticos.

Restauración

El cierre de las minas de carbón en la década de 1980 dio un respiro al río, que desde 1992 está siendo sometido a un proceso de restauración comandado por la entidad pública responsable de su gestión. Se trata de una iniciativa muy ambiciosa que ya ha conseguido limpiar completamente el Emscher de aguas residuales

Un cambio que ha permitido la vuelta de la naturaleza: no sólo han regresado los peces, sino que se divisan de nuevo martines pescadores, camarones de agua dulce y castores.

Logros que han sido posibles, una vez más, gracias a un esfuerzo económico de gran magnitud: hasta la fecha se han invertido 5.500 millones de euros en la recuperación del Emscher.

Yangtsé

Pero las cifras de los proyectos de recuperación de los dos ríos europeos palidecen si los comparamos con las dimensiones del proyecto que trata del recuperar el Yangtsé . Hablamos del mayor río no sólo de China, sino de toda Asia, y uno de los más polucionados del mundo.

Una de las principales causas es que a lo largo de sus más de 6.300 kilómetros de longitud se extiende buena parte del tejido industrial chino, que además se mueve por el propio río, que es navegable. Se calcula que a lo largo de su cauce fluvial circula el 40% del PIB del gigante asiático.

Con el objetivo de poner freno a una contaminación provocada, sobre todo, por los escapes de los barcos y el uso abusivo de pesticidas y fertilizantes , en 2021 se aprobó la Ley de Protección del Río Yangtsé , cuyos objetivos son restaurar la cuenca, promover el uso racional y eficiente de los recursos, garantizar la seguridad ecológica y avanzar hacia el desarrollo sostenible.

Banco de Desarrollo Agrícola

Es difícil calcular a cuánto ascenderá la factura de unos trabajos que están lejos de finalizar, pero desde luego será un desembolso espectacular. El Banco de Desarrollo Agrícola de China  informó a finales del pasado mes de junio de que había emitido préstamos por valor de   2,7 billones de yuanes (unos 377.000 millones de dólares) para la conservación de los ríos Yangtsé y Amarillo desde 2021.

La mayor parte de todo este dinero, unos 2,09 billones de yenes (268.000 millones de euros) fueron para el Yangtsé. Dato que vuelve a evidenciar que es mucho más caro descontaminar que prevenir si hablamos de ríos.

Inteligencia artificial

Desde OKGREEN hemos realizado un ejercicio para comparar el coste económico que ha supuesto la restauración de uno de los ríos analizados, el Sena — recordemos: 1.400 millones — frente al gasto que podría haber supuesto una política de prevención que hubiera evitado la contaminación del río.

Para ello hemos realizado un cálculo procesando una cantidad ingente de datos a través de la inteligencia artificial. Se han tenido en cuenta los costes reales de la descontaminación y de la prevención, la evolución demográfica de París, la valoración de los servicios ecosistémicos y los ajustes por inflación.

Río bosque

Mejor prevenir

El resultado es el siguiente: limpiar los ríos resulta entre 4 y 14 veces más caro que prevenir. A los 1.400 millones de euros del plan parisino, hay que añadir el coste de los servicios ecosistémicos perdidos por la degradación del río durante décadas.

Estos servicios ecosistémicos están valorados entre 1.000 millones, si se tienen en cuenta los cálculos más prudentes, y 4.100 millones, según el escenario más ambicioso. El gasto total de la descontaminación (plan de París más la pérdida de los servicios ecosistémicos) se sitúa, según este enfoque, entre los 2.400 y los 5.500 millones de euros durante un periodo de 30 años.

Frente a dicho gasto, con una política preventiva se habrían movilizado un mínimo de 240 y un máximo de 632 millones de euros durante esos mismos 30 años. Una amplia diferencia que demuestra que siempre salimos ganando, no sólo en términos medioambientales, también económicos, a través de la prevención.