Las protestas de la semana pasada en Puerto Rico contra una nueva oleada de operaciones militares estadounidenses apenas recibieron respuesta de las autoridades ni de los medios principales. Para los residentes de Vieques y Culebra, ignorarlas es arriesgarse a reabrir las heridas de la contaminación, el cáncer y el desdén colonial.
Una ola de protesta: funcionarios hicieron como que no escuchaban
Si la visibilidad es poder, las marchas de la semana pasada en Puerto Rico chocaron con un muro de silencio. Organizadas por Madres contra la Guerra , cientos de personas se reunieron para rechazar la expansión de la actividad militar de EE.UU.: desembarcos anfibios, operaciones aéreas y la llegada inminente de diez cazas F-35.
Pero la respuesta oficial se inclinó hacia la seguridad, no hacia