Encontrar la casa destrozada al volver del trabajo es una escena que muchos dueños conocen. La primera reacción, a menudo de enfado, suele ser la equivocada. Castigar al perro por los muebles mordidos o los ladridos que han molestado a los vecinos no solo es inútil, sino que puede agravar un problema mucho más profundo: la ansiedad por separación. Este trastorno no es una simple rabieta, sino la manifestación de un vínculo de dependencia obsesiva con su cuidador.
De hecho, el animal no actúa por despecho. Su conducta es el reflejo de una angustia real que, en muchos casos, comienza mucho antes de que la puerta se cierre. El perro empieza a mostrar nerviosismo entre veinte y treinta minutos antes de la partida, al identificar las señales —coger las llaves, ponerse el abrigo— que anunci