Cuando el presidente Donald Trump hizo uso de su fanfarronería característica en el podio de las Naciones Unidas durante su primer mandato, se encontró con una respuesta poco habitual en él por parte de los delegados: una risa burlona.

Siete años después, pocos imaginaban que la escena se repetiría. Antaño objeto de escepticismo y abierta burla por parte de sus homólogos extranjeros, Trump llega a la Asamblea General de la ONU este martes como un símbolo de un orden mundial cambiante que no se presta a instituciones globales como aquella en la que se dirige.

En lugar de reírse en su cara, los líderes mundiales ahora idean despliegues de adulación cada vez más suntuosos para congraciarse con Trump. Y en lugar de ser un novato en un santuario del multilateralismo, Trump es ahora el preside

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