Elena Molina e Isaki Lacuesta emocionan con un documental sobre la figura de Antonio Flores en el que su hija sirve de hilo conductor

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A Alba Flores le habían ofrecido muchas veces hacer un documental sobre su padre, Antonio, y su familia. “Unas 27 veces”, recuerda con gracia. La última vez, la 28 más o menos, le pilló en otro momento vital. Estaba en medio de levantar el concierto homenaje para su padre y en un “momento de madurez” cuando los productores se acercaron a proponérselo. Su madre lo vio muy claro. Era ahora o nunca. Alba se lanzó un triple como condición: “Les dije que si lo dirigía alguien tenía que ser Isaki Lacuesta. Les pareció bien y pidieron a la actriz que le llamara ella para preguntarle. ”Le dije que era al único al que le veía dirigiendo esto“, le explicó, e Isaki dijo que sí. Pero que también tenía que ser ella una parte del proyecto.

Fue el inicio, pero ahí se sentaron las bases de lo que ha terminado siendo Flores para Antonio, el documental que Isaki Lacuesta codirige con Elena Molina y para el que Alba Flores también graba con una cámara a su familia. Entre un archivo de imágenes emocionantes e inéditas de Antonio y Lola aparecen Lolita, Rosario y todo el clan de los Flores para hacernos pensar que si el arte se traslada por los genes ellos son el mejor ejemplo.

Como dice su frase promocional, es un documental sobre conversaciones pendientes. Todas las que Alba no pudo tener con su padre, pero también las que hasta ahora no había tenido con su familia. Un trabajo que sirve como última parte de un duelo demasiado alargado en el tiempo. Entronca el filme con la reciente Romería, ya que, de alguna forma, ambas protagonistas se enfrentan a la misma pregunta que tiene la misma respuesta: “No es que tu padre no quisiera cuidarte, es que no pudo”. Esa frase que le dice su tío a Marina en el filme de Carla Simón podría servir también como leitmotiv en Flores para Antonio, que repasa sin tapujos la vida del artista. Las drogas, su ansiedad, sus altibajos…

Alba Flores se abre en canal para comprender y sanar. “Yo creo que hice lo que pude, pero no lo pude vivir. No pude vivir todo ese dolor, esa pena. Es como que ahora, como adulta, sí que he podido. Sí que me he podido entregar a eso”, explica. Cada miembro del clan ha respetado el dolor del resto, y cuando ella ha estado preparada, se ha abordado. Como le dice su prima Elena Furiase en un momento: “La llave la tienes tú”.

Al realizar este proceso, casi de viaje en el tiempo, se ha obligado a pensar mucho en su padre, en qué tenía aquel joven Antonio Flores para que todo el mundo cayera arrasado por su talento y su carisma. Para su hija lo que había era “un amor al arte real”, algo que considera inherente a toda su familia. “Él tenía algo que es que lo buscaba desde un lugar genuino y auténtico, hacía que te tocara las entrañas. Le salía de dentro. Y era muy honesto y muy transparente”, opina su hija.

La película muestra también el peso del apellido más famoso de España en aquellos momentos, y cómo ella no pudo ni vivir la muerte de su padre con normalidad. “Eso fue durísimo. Mis tías lo vivieron y lo pasaron mal en muchos momentos, porque pasó también con mi abuela, con su enfermedad. Y cuando ya se murió mi padre a mí me tuvieron que proteger y quitarme de en medio porque había una locura mediática muy fuerte. En aquellos momentos a los niños ni se nos pixelaba la cara”, critica.

Mi padre no fue un santo ni muchísimo menos, pero en sus años de vida le dio al mundo un montón de canciones maravillosas y a mí un montón de amor que me ha sostenido hasta hoy

El peso de los Flores también podría haber estado cuando una tiene que decidir dedicarse al mundo del arte o no, y Alba asegura que en su casa ha habido libertad para que cada uno decidiera, pero que lo que sí que estaba presente es que se les ha educado en la importancia del arte: “Para nosotros era más importante el arte que estudiar. Es el valor supremo de la familia y creo que eso se ha ido transmitiendo. Hemos sido educados en apreciar el cine, en apreciar la música, en apreciar las artes plásticas, en apreciar la literatura, la poesía… y no es un peso o una obligación, es que lo hacemos por gusto. A mí la vida no me ha ofrecido nada mejor que dedicarme al arte. Ni más gustoso ni más enriquecedor”.

Antonio Flores habla en las imágenes de archivo y todo el mundo calla. Sorprende, décadas después, cómo habló de manera frontal de sus adicciones, y cómo defendió siempre sus raíces gitanas, eso también se ha trasladado a su hija Alba, que recuerda el choque que vivió de pequeña cuando en el colegio alguien se metió con ella por ello: “Flipé porque yo pensaba que ser gitano era lo mejor que te podía pasar en la vida. Yo pensaba que qué suerte que somos gitanos. Es lo que se decía en mi casa y lo que se sigue diciendo. Dentro de mi familia eso se tiene muy, muy claro. Son unas raíces de las que estamos muy orgullosos y yo estoy muy orgullosa de tener ascendencia gitana. Esto es algo que últimamente he pensado, de ser mestiza, porque es un símbolo muy bonito”.

Sigue aprendiendo cosas de su padre, y una de ellas es el compromiso y el activismo. “Yo no he sido siempre así”, dice Alba Flores que explica que no siempre se sintió “libre” para mostrarse. Le daba “miedo y respeto”. “Después de este proceso, y muy inspirada por mi padre, ya desde hace algunos años me siento capaz de mostrarme más tranquila ante el ojo del de fuera. Y es mi padre quien me está enseñando mucho de esto”, subraya.

La exposición constante hizo que Alba Flores también protegiera mucho su intimidad. Lo sigue haciendo. Tiene claro que “todo el mundo tiene derecho a la intimidad y a tener su parcela de vida privada íntima que no tiene por qué compartir de manera tan exponencialmente pública”. Una exposición que también afecta a sus amigos. “Puede parecer una chorrada, pero si voy a una playa tengo que ser consciente de que si me quiero poner en pelotas puede suponer un riesgo, y me encantaría hacerlo todo el rato, pero me corto. Primero porque soy pudorosa y no me apetece tentar a la suerte, pero también porque si mis colegas se ponen en pelotas, me toca decirles que sean conscientes de que pueden salir en una foto solo por estar a mi lado. No es cómodo para la gente que me rodea”, subraya.

Rodar este documental le ha enseñado muchas cosas. Una, que le apetece seguir contando historias. La otra, que “no es importante la cantidad de tiempo que vives con una persona, sino la calidad de ese tiempo”. Ella tiene claro que su padre “tuvo problemas, tuvo conflictos, quién no los tiene”. “No fue un santo ni muchísimo menos, pero en esos años de vida le dio al mundo un montón de canciones maravillosas y a mí un montón de amor que me ha sostenido hasta el día de hoy”.