El cantante y compositor inglés reflexiona sobre su trayectoria musical antes de regresar a España con la gira 'Been there, done that', que llevará al grupo a dar tres conciertos en el país

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El mito de Shaun Ryder, cimentado en un pasado de excesos y caos, es una página más de la leyenda del rock perpetuada a lo largo de las décadas. Durante los años 80 y principios de los 90, el artista fue una de las figuras más influyentes de la escena musical de Manchester, aupado por himnos de baile tan importantes como los logrados con su grupo Happy Mondays en Pills ’n’ Thrills and Bellyaches (1990). No obstante, el hombre de 63 años que esta semana vuelve a subirse a los escenarios españoles junto a su icónica banda es diferente a la caricatura que se ha labrado en la cultura popular, definida principalmente por las adicciones.

Tras haber alcanzado la fama en un momento en el que todo parecía permitirse en la industria musical, y después de haber pasado una etapa lastrada por las drogas donde también puso en pie la formación Black Grape, Shaun Ryder es hoy un superviviente. Un poeta de los barrios bajos de Salford que ha encontrado una paz distinta en el presente y que es capaz de mirar su turbulento pasado con la serenidad de quien lo ha superado. Porque cuando tú vas, él vuelve. Al menos, eso es lo que busca demostrar con Been there, done that, la gira que lo trae de regreso a España de la mano de Happy Mondays para interpretar éxitos de la talla de Kinky Afro (1987) o Step On (1990).

“No hemos venido desde hace unos años”, dice Ryder a elDiario.es con respecto a sus inminentes paradas en nuestro país, que no frecuenta a menudo desde que Happy Mondays volviera a reunirse en 2012. “Solíamos ir mucho, pero hace doce años cambiamos de representante y dejamos de centrarnos en Europa. Ahora hemos vuelto y estamos encantados”, confiesa el cantante. Su paso por España incluye un concierto en Madrid (24 de septiembre, La Riviera), otro en Barcelona (25 de septiembre, Razzmatazz) y uno último en Valencia (26 de septiembre en el Visor Fest). “Estoy muy emocionado, y espero que ellos [los fans] estén tan emocionados como yo”, declara el líder de Happy Mondays.

Sumergirse en la historia de Shaun Ryder es sumergirse en la historia de la banda que lo hizo famoso. Un relato que, aunque huele a decadencia, también huele a la euforia del éxtasis. Happy Mondays se formó en 1980 para dar lugar a una explosión de color que reunía guitarras de pop indie, funk de los 70 y ritmos de la nueva música house que estaba triunfando en aquel momento. La escena de Madchester, término asociado a la escena musical que se desarrolló en Manchester, fue el resultado de una fusión de rock independiente y psicodelia. Happy Mondays se convirtió, a través de su producción y su composición, en el reflejo directo de la cultura de la fiesta.

El sonido de la banda se fue puliendo hasta su cumbre comercial con el lanzamiento de Pills 'n' Thrills and Bellyaches, producido por Paul Oakenfold y Steve Osborne, que les valió el estatus de disco de platino en Reino Unido y los consolidó para muchos como el sonido definitorio de su generación. Un auténtico triunfo que Shaun Ryder, sin embargo, no querría vivir de nuevo. “Disfruté de los años 80 y 90, pero no me gustaría volver a esa época. Ahora disfruto aún más”, afirma el músico. “Ya no hago todas esas tonterías propias de ser joven, y soy muy feliz. Ahora lo disfruto más que nunca. Disfruto tocando más que nunca”, añade.

La fortuna se desvaneció tan rápido como llegó. El cuarto álbum de Happy Mondays, Yes Please! (1992), grabado en Barbados, una isla del Caribe, fue un fracaso comercial tan rotundo que llevó a la bancarrota a su discográfica Factory Records. La banda se deshizo sumida en la adicción, algo que queda inmortalizado en la película 24 Hour Party People (2002) de Michael Winterbottom, un relato semificticio sobre los cambios musicales que se produjeron bajo la sombra de Factory Records y Tony Wilson, así como las modificaciones sociales y políticas que tuvieron lugar durante esa época. En la cinta, titulada así en referencia a una canción del grupo, el actor Danny Cunningham interpreta a un joven Ryder, aunque dramatizando la historia.

En los 80 y los 90, la gente realmente decía algo en el hip-hop, y hoy en día parece que lo único de lo que hablan los jóvenes es del puto dinero y relojes Rolex. No creo que en aquella época se pensara siquiera que el dinero fuera lo más importante.

Desde aquellos tiempos hasta los actuales, la industria musical ha cambiado drásticamente. Lejos queda ya la tendencia de la venta de música en físico, pues plataformas de streaming como Spotify han revolucionado por completo el sector. Happy Mondays acumula en esta aplicación más de 500.000 oyentes mensuales, que posiblemente no sea un fiel reflejo de la popularidad alcanzada por la banda durante su apogeo. Shaun Ryder comenta que la industria ha evolucionado “tanto para mejor como para peor”: “Una de las cosas que creo que son malas es que me encantaba la cantidad de dinero que solían malgastar las discográficas. Me parecía jodidamente estupendo, pero ya no malgastan ni un céntimo”.

No obstante, la cantidad de financiación que dedican los sellos discográficos a sus proyectos no es lo único que ha dado un giro radical recientemente. Al ser preguntado por si considera que la música es menos política en la actualidad que en los años 80, Ryder contesta que “por supuesto”. “Tomemos como ejemplo el hip-hop y el rap. En los 80 y los 90, la gente realmente decía algo en el hip-hop, y hoy en día parece que lo único de lo que hablan los jóvenes es del puto dinero y de putos relojes Rolex”, señala. “No creo que en aquella época la mayoría de la gente pensara siquiera que el puto dinero fuera lo más importante. Se trataba de hacer cosas de calidad, escribir y lograr buena música”, rememora.

Shaun Ryder, sin embargo, reconoce que nunca se involucró en causas sociales. “Bandas como The Specials eran políticas y tenían cosas que decir. En Happy Mondays, yo siempre escribía canciones de dibujos animados. Lo hacía también en Black Grape, era lo único que escribía”, sostiene el cantante. “Pero, ya sabes, hay espacio para eso y hay espacio para gente como The Clash”, alega. “Cuando era joven nunca fui político. No me importaba qué partido gobernara en este país. No me importaba una mierda. Pero, ahora que soy mayor y tengo hijos pequeños y otros más mayores, de unos 30 años, pienso más en la política y en cómo están las cosas, especialmente por mis hijos pequeños”, reflexiona el artista.

La situación política en Reino Unido es tensa en estos momentos. El Tribunal de Londres tapó hace unas semanas una obra de Banksy que criticaba la brutalidad judicial contra los manifestantes pro-Palestina después de que casi 900 personas fueran arrestadas en una protesta contra el genocidio en Gaza y la prohibición de la organización Palestine Action. Artistas como Sally Rooney y Paul Laverty han seguido manifestando su apoyo a esta organización pese a que fuera declarada como terrorista por el Gobierno de Reino Unido en julio. Shaun Ryder, por su parte, comenta que le gusta Bob Dylan y el grupo irlandés Kneecap al ser preguntado sobre si los artistas que hablan de política son terroristas: “Los llaman terroristas, y no creo que lo sean. Hay gente que solo quiere que digas lo que ellos quieren decir”.

Pese a los cambios que ha experimentado el mundo de la música con el paso del tiempo, Oasis se ha adjudicado el mayor fenómeno del verano, algo difícil de creer después de que la banda disfrutara de su punto álgido de éxito alrededor de los años 1995 y 1996. “Nadie obliga a nadie a comprar una entrada para ver a Oasis. Nadie obliga a nadie a ir a ver a Happy Mondays. Nadie obliga a nadie a comprar entradas, pero parece que tanto a los mayores como a los jóvenes les gusta”, certifica Ryder sobre la vuelta de algunos de los grandes grupos del pasado. “Fui a ver a Oasis en el Heaton Park. Me pareció que sonaban mejor que nunca. Fueron unos conciertos muy buenos y todo el mundo estaba encantado”, afirma.