Con ella oficialmente se unió a la pandilla de autores díscolos comandada por Andrew Sean Greer (Pulitzer 2018) y Jennifer Egan (Pulitzer 2011) y en la que sólo se admite a ganadores del Pulitzer que, yendo a contracorriente de la crítica especializada y la mismísima tradición americana, se hayan atrevido a lanzar una segunda parte de su novela galardonada. Por ello, una vez que su desembarco en Nueva York estuvo confirmado, teníamos que irle a ver sí o sí.
La ocasión fue el Brooklyn Book Festival que, año a año e impulsado por las poderosas librerías cuyos cuarteles generales se ocultan a plena luz entre sus avenidas, le planta cara a Manhattan en la lucha sin descanso por ser el barrio más literario de todo Nueva York. Si Manhattan pisa fuerte con la corporativa Barnes & Noble, la atemp