El 3 de septiembre, Estados Unidos lanzó un ataque naval frente a la costa de Venezuela, matando a once individuos identificados como narcotraficantes. Poco después, el presidente Donald Trump ofreció 50 millones de dólares por Nicolás Maduro y ordenó una oleada militar adicional, presentando la medida como parte de una campaña antidrogas.
Pero la narrativa oficial oculta un trasfondo más profundo: es la señal más clara del retorno de Washington a la coerción militar unilateral, justo cuando el orden internacional liberal atraviesa su mayor crisis desde 1945.
Este ataque no es un episodio aislado. Refleja la convergencia de tres tendencias: el colapso interno de Venezuela, la pérdida de frenos multilaterales al poder estadounidense y el resurgimiento de una visión que equipara fuerza con