De Moraes ha pasado en pocos años de ser una figura conservadora a erigirse en verdugo de la extrema derecha brasileña, que maniobra en el Parlamento para dejar sin efecto la condena al expresidente por golpismo
Bolsonaro, condenado a 27 años de prisión por intento de golpe de Estado contra Lula
“Alexandre de Moraes es el responsable de la libido de nuestro país”. Esta frase fue el hilo conductor de la columna de la popular escritora y guionista brasileña Tati Bernardi en el periódico Folha de São Paulo el pasado 31 de julio. “Si eres una señora heteroprogresista, está de moda sentir emociones pélvicas al ver a Xandão (apodo de Alexandre de Moraes) enfrentándose a fascistas de toda especie, incluidas fuerzas malignas poderosas y golpistas imbéciles que se graban cometiendo crímenes”, escribió.
La columna era la guinda que faltaba para completar el retrato benevolente y heroico que la izquierda brasileña viene construyendo de Alexandre de Moraes desde que el juez del Supremo Tribunal Federal (STF) decidió enfrentarse frontalmente al bolsonarismo, un empeño que culminó con la reciente condena al exmandatario por intentona golpista. El intento parlamentario de dejar sin efectos la sentencia con una amnistía sacó a las calles a multitudes el pasado fin de semana en varias ciudades del país.
El magistrado del Supremo, cuyo cargo lleva aparejado en Brasil la consideración de ministro, es el gran enemigo a batir por el otro lado del espectro político, que lo tacha de demonio comunista y líder de una “dictadura de la toga”.
Desde que Alexandre de Moraes solicitó en agosto de 2024 a X (antiguo Twitter) nombrar un representante legal en Brasil para cumplir con la legislación nacional, su notoriedad se extendió al plano internacional. El excéntrico millonario Elon Musk, dueño de X, lo calificó de cruce entre Lord Voldemort (el villano de la saga de Harry Potter) y Darth Vader (antagonista de Star Wars).
El mismísimo Donald Trump acusó recientemente a Alexandre de Moraes de abusar de su autoridad judicial “para alcanzar a oponentes políticos, proteger a aliados corruptos y reprimir disidencias, muchas veces en coordinación con otras autoridades brasileñas”.
Amado y odiado a partes iguales, reverenciado por la izquierda y masacrado por la extrema derecha, Alexandre de Moraes se ha convertido en los últimos años en el protagonista inesperado de la historia de Brasil, en palabras de la periodista Thais Bilenky, directora de la serie de pódcast Alexandre, sobre la vida del “superjuez”. La realidad es más compleja. El juez, lejos de ser un izquierdista, tiene un pasado conservador. Y llegó a militar en el Partido del Frente Liberal (PFL), que entonces tenía en sus filas como diputado a Jair Bolsonaro.
Familia conservadora
De Moraes (São Paulo, 1968) creció en una familia de clase media conservadora. Hijo de un hombre de negocios y de una profesora, se licenció en derecho en la prestigiosa Universidad de São Paulo (USP), donde estudiaron muchos presidentes de Brasil. En 1991 fue el número uno en el concurso público para ser abogado del estado en São Paulo. Exigente, adicto al trabajo y vanidoso, De Moraes vendió más de 700.000 copias de su libro Direito Constitucional (1997). Conversador cordial e irónico, fue cultivando buenas amistades entre las élites del país.
La política no tardó en cruzarse en su camino. En 2002, cuando Lula da Silva ganó su primera elección presidencial, De Moraes aceptó el cargo de secretario de Justicia y de la Defensa de Ciudadanía del Estado de São Paulo, gobernado entonces por el conservador Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB).
Fue miembro del Consejo Nacional de Justicia (2005-2007), secretario municipal de Transportes y de Servicios de São Paulo en la gestión de Gilberto Kassab (2007-2010), uno de los grandes caciques de la derecha brasileña. A comienzos de 2015, año en el que comenzó la campaña político-social contra la entonces presidenta, Dilma Rousseff, Alexandre de Moraes asumió la secretaria de Seguridad Pública del Estado de São Paulo, convirtiéndose, con 47 años, en el más joven de la historia en ocuparla.
El historiador Edson Aparecido, jefe de gabinete presidencial de aquel Gobierno, aseguró al rotativo francés Le Monde que De Moraes se labró entonces su fama de duro. “Tenía a más de 130.000 policías bajo sus órdenes. ¡Más que muchos ejércitos del mundo!”, recordó. Xandão decidió entonces raparse la cabeza.
En 2015, desfiló en las manifestaciones por la avenida Paulista de São Paulo que pedían la destitución de Dilma Rousseff y criticó las contramarchas en defensa de la expresidenta. “Si practican la violencia, serán tratados como criminales”, aseguró entonces, cuando llegó a reprimir con dureza manifestaciones izquierdistas.
El desencuentro con la izquierda aumentó tras su aterrizaje en el Supremo. Su mentor no fue otro que Michel Temer, que asumió la presidencia el 31 de agosto de 2016, tras un truculento proceso de destitución de Dilma Rousseff, un verdadero golpe parlamentario. Y se intensificó más aún cuando De Moraes negó el habeas corpus a Lula en 2018 y no consideró que el juez Sérgio Moro estuviera cometiendo abuso de poder. 24 horas después de su negativa, Lula fue encarcelado. Sobre sus escasas veleidades izquierdistas habló a Le Monde un amigo personal. “Lo último que tendría en su pared sería un póster del Che”, afirmó.
Enemigo del bolsonarismo
En marzo de 2019, durante el tercer mes del Gobierno Bolsonaro, Alexandre de Moraes se convierte en el instructor de una investigación del Supremo sobre ataques y fake news que acabaría convirtiéndolo en el enemigo número uno del expresidente. En 2020, De Moraes bloqueó el nombramiento de Alexandre Ramagem, hombre de confianza de la familia Bolsonaro, como director de la Policía Federal (PF), por riesgo de interferencias políticas.
La tensión fue in crescendo. Xandão activó investigaciones sobre la gestión de Bolsonaro durante la pandemia, sobre las milicias digitales de desinformación (que tenían su cuartel general en el palacio presidencial) y por los actos antidemocráticos que empezaban a ocurrir en todos los rincones del país.
Luego llegaron sus órdenes de registro y detenciones en el entorno del propio Jair Bolsonaro. El 7 de septiembre de 2021, durante la celebración del día de la independencia de Brasil, el expresidente instigó a las masas contra el sistema judicial y afirmó que no reconocería las decisiones del Supremo. Llegó a sugerir a Alexandre de Moraes que colgara la toga.
El 16 de agosto de 2022, a las puertas de las elecciones presidenciales, De Moraes tomó posesión como presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE). Su discurso fue durísimo. “Libertad de expresión no es libertad de agresión. Libertad de expresión no es libertad de destrucción de la democracia, de las instituciones, dignidades y de la honra ajenas. La libertad de expresión no es libertad de propagación de discursos de odio”, aseguró. Bonaro no aplaudió.
Su papel como presidente del TSE en la lucha contra las fake news fue de una firmeza extrema. Cuando la policía de carreteras, conchabada por el bolsonarismo, empezó a dificultar el tráfico con controles en regiones proclives a votar a Lula, intervino con agilidad. Muchos analistas, como el corresponsal de The New York Times, defienden que el papel de Alexandre de Moraes fue crucial en las elecciones de 2022 en las que triunfó Lula.
Golpe de Estado
Alexandre de Moraes cultiva una imagen misteriosa y protege con celo su vida íntima. Casado con la abogada Viviane Barci de Moraes y padre de tres hijos, raramente concede entrevistas.
“A Alexandre parece gustarle ese enigma”, afirma la periodista Thais Bilenky. A pesar de sus declaraciones socarronas y de algunas imágenes polémicas de sí mismo que divulga con estudiada estrategia (como una en la que aparecía erradicando plantaciones de marihuana junto a la policía en 2017), De Moraes no suele perder la compostura. Una foto reciente en el estado del Corinthians, su equipo de fútbol, en la que hacía un gesto ofensivo con el dedo de su mano tras ser silbado por un sector del público, es una excepción.