Primero Puigdemont le da la puntilla a cuenta de la reducción de jornada laboral, ella –muy generosa– se lo agradece apoyándole en las transferencias de inmigración, pero su propio grupo parlamentario la remata escenificando la ruptura en esa votación. Yolanda Díaz, que parece decidida a negarle a Sánchez ese sustituto de garantías al frente de Sumar que evite definitivamente dejar solo al PSOE sin una muleta amiga por su izquierda vive instalada en una encapsulada Disneylandia de ensoñación política que parece impedirle darse ese baño de realidad al que le abocan tanto la dura matemática parlamentaria como los inmisericordes sondeos electorales y una ya más que evidente irrelevancia dentro del Gobierno en el que lleva tiempo convertida, unas veces en jarrón chino y otras en protagonista d
Una vicepresidenta en Disneylandia

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