Los presidentes de China y Rusia hablan poco: prefieren la elocuencia de sus hechos. La Unión Europea se expresa a través de su presidenta, Ursula von der Leyen, pero su voz tiene menos influencia que la de los dirigentes de algunos de los estados miembro. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, encarna un universo aparte: habla, tuitea y amenaza a diario, pero de forma tan mercurial que el valor de sus palabra empieza a ser relativo. Nunca Estados Unidos había tenido un líder tan desconcertante. Se diría que entre la autoridad que confiere la coherencia o la palabra dada y la tentación de dar titulares a todas horas, Trump prefiere lo segundo. Un estilo de gestión que dinamita los principios de Estados Unidos desde 1945 –y de las relaciones internacionales– y fomenta el relativismo
Palabra de Donald Trump, por Editorial

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