
Cuando los actores palestinos Motaz Malhees y Saja Kilani bajaron este miércoles las escaleras del Teatro Victoria Eugenia no pudieron contener las lágrimas. Les habían dicho que habría una concentración pro Palestina en San Sebastián y ellos habían prometido acudir, pero no contaban con que miles de personas les iban a recibir a las puertas del teatro entre aplausos y gritos pidiendo el final del genocidio. Ambos intérpretes habían acudido a presentar el pase de La voz de Hind, el filme sobre la niña de cinco años asesinada por el ejército israelí que se ha convertido en un símbolo para denunciar las masacres cometidas por el país.
La película dirigida por Kaouther Ben Hania llegó a Donostia tras ganar el León de Plata en Venecia y competía por el premio del público antes de estrenarse en salas españolas el 28 de noviembre. Ha sacado la nota más alta de la historia del festival: 9,52 sobre 10. Ese calor que se ha visto en las votaciones estaba en las calles, donde Saja Kilani sintió “el amor y la fuerza de la gente”. “Nos recordó que todavía hay humanidad, y se veía en sus ojos. Fue tan hermoso…”, opina la actriz.
Su compañero añade que pensaban que habría 30 o 40 personas esperando a la salida, pero cuando lo vieron se sintieron sobrepasados. “Se nos puso la piel de gallina. Era una declaración clara de que la gente está a nuestro lado, y eso es lo que necesitamos. Es hermoso ver que hay humanidad en este mundo. Creo que la mayor parte de la gente tiene humanidad. Nuestro problema es con los gobiernos cómplices, no con la gente”, dice mientras se le llenan los ojos de lágrimas.
Ambos se aferran a la esperanza, y como artistas creen que es lo que deben hacer. “Anhelamos un mundo mejor. Anhelamos que la humanidad se levante y triunfe. Y por eso me siento tan honrado de formar parte del viaje de esta película. Es necesario que la vean todos los ojos posibles. Y lo digo con la mayor humildad, pero en realidad, es necesario que la vean todos los ojos posibles, más allá de mí como actor en esta película, por la importancia de la historia. Nuestro mayor logro es ganarnos el corazón de la gente. Y eso es lo que nos importa”, subraya Motaz Malhees.
Malhees agradeció ayer al público la posición de España, que calificó como “valiente”, y se explaya sobre su emoción cuando escuchó a Pedro Sánchez recientemente: “Cuando vi el discurso que dio vuestro presidente recientemente pensé que menuda valentía. Hay un país que se alza con total valentía y su presidente habla también de ello. Ayer conocimos a vuestro ministro de Cultura, una gran persona. Y se manifestó junto a nosotros sin ocultarse. Llevaba una insignia que decía ‘Alto al genocidio’, admitía que es un genocidio. Ojalá que lo que está haciendo España inspire al resto de Europa y de países a actuar, porque si los grandes países europeos actuaran, podrían detener el genocidio ahora mismo”.
Malhees cree que lo que está ocurriendo es “como una historia de terror que está dando la vuelta al mundo y necesita ser escuchada”. “La gente, al ver esta película, comprenderá que cientos de miles de niños han pasado por lo mismo que Hind, pero esta historia está documentada, lo cual también es triste para mí como palestino porque parece que se necesita documentar cómo matan a tus hijos para que la gente entienda lo que está ocurriendo”, dice con contundencia.
Palestina es una especie de laboratorio para que el mundo pruebe con nosotros cosas peligrosas y repugnantes
Motaz Malhees — Actor
El actor intenta no hablar de sus propias experiencias, pero ya en Venecia apuntó que él sabía en sus carnes lo que es vivir los bombardeos y temer por su vida desde que era un niño. Una sensación que se ha repetido en numerosas ocasiones hasta que salió hace unos años de Palestina. “Me mudé porque quiero ayudar a una familia y a mí mismo a salir adelante, pero hasta ese momento vivía en un círculo vicioso. Ahora, desde fuera, lo veo y pienso que me gustaría sacudir a la gente por la calle para que vieran que lo que ocurre en Palestina no es normal, es una película de terror”, comienza diciendo.
Recuerda el miedo a ser parado en un puesto de control y “que te humillan solo por ser palestino”. “Si el soldado decide arruinarte el día, puede. Si el soldado decide llevarte a prisión, puede. Si el soldado quiere dispararte, puede. Con que digan que antes intentaron atacarle vale, así de fácil. Es como si fuéramos una especie de laboratorio para que el mundo pruebe con nosotros cosas peligrosas y repugnantes. Así es como me siento ahora mismo desde fuera. Y duele”, zanja.
Por eso espera que el mundo actúe pronto, porque si no, no quedará nadie. Tiene claro que es una “limpieza étnica”. “Literalmente me despierto y me duermo pensando que mi familia está bien. Pero al mismo tiempo pienso en mis tíos, primos, amigos… Me importan todos. Siempre digo que Palestina será libre mañana, y entonces hablaremos del Congo. Hablaremos de Sudán. Hablaremos de cada lugar de la Tierra donde hay un pueblo oprimido. Hablaremos de ello. Esta es la misión de los artistas. No hacemos arte solo por el amor arte. No aprendí a hacerlo así”.
Desde que el filme pasó por Venecia, ambos no han parado, y aseguran estar agotados, pero que les ayuda estar el uno al lado del otro: “Siendo sincero, estoy supercansado. Mentalmente. Físicamente… Estoy mucho más cansado. Estoy exhausto. Pero al mismo tiempo, siendo completamente honesto, no me importa. Están masacrando a estas personas en vivo delante de nosotros y lo vemos en nuestras pantallas. Eso es lo que importa. Son mis emociones, mis sentimientos, mi cansancio. No importa. Lo que importa es detener este genocidio. Así que estamos haciendo todo lo posible para presionar al mundo para que haga algo para detenerlo. Crecí en Palestina. Lo he presenciado todo. Lo he vivido todo. No es una vida normal en absoluto. Pero sigues pensando en lo que tienes que hacer por tu gente. Eso es lo que importa”.