El Radar

Por Jesús Aguilar

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Once años. Once putrefactos años desde aquella noche de 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, cuando 43 estudiantes de la Normal Rural Isidro Burgos –hijos de campesinos, soñadores de un México menos jodido– fueron arrancados de la vida por un engranaje criminal que apesta a colusión estatal.

No fue un “choque de trenes”, como mintió el gobierno de Enrique Peña Nieto en su ridícula “verdad histórica”. Fue un crimen de Estado: policías municipales, estatales y federales, narcos de Guerrero Unidos y, sobre todo, el Ejército mexicano, que miró para otro lado mientras incineraban sueños en el basurero de Cocula o los hundían en ríos sucios.

Peña Nieto, ese delfín de la corrupción con sonrisa de anuncio de cerveza, presidió el encubrimi

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