La distancia (cien kilómetros), el territorio y el ímpetu del Girona por desbancar al Espanyol del segundo escalafón de Catalunya convirtieron durante algunos años este partido en un derbi. Un mal llamado derbi. Quizás por las urgencias de aquel Espanyol que visitó Montilivi en 2018 y ganó con David Gallego en el banquillo o que, un año más tarde, empezara su ascensión a la Europa League con la magia de Sergi Darder. El Espanyol de los descensos, el Girona de la Champions . El miedo a sentirse desplazado o amenazado, cuando en realidad el único contacto era el mismo que ver a los colegas del verano en la Costa Brava. Apenas unos días al año y unos whatsapps durante el invierno.
Eso se vivió esta noche en este partido de revoluciones bajas, con un Girona que intenta salir del desce