Álvaro Castillo no tiene claro cuándo quiso convertirse en librero. Su afición por hacer listas de libros que quería tener y leer lo fue llevando por una obsesión misteriosa que terminó convirtiéndose en su razón de vivir. La cita para entrevistarlo estaba para las 4 de la tarde en el imponente y grisáceo edificio Ágora Bogotá.

El stand de Sanlibrario, la librería de don Álvaro, estaba ubicada cerca al ventanal del 4 piso con vista hacia los cerros de Bogotá, lo vi apenas me bajé de las escaleras eléctricas, ya lo conocía por su librería, sin embargo, nunca habíamos entablado una conversación.

- Buenas tardes, don Álvaro. ¿Cómo está? Mi nombre es Felipe.

- Cómo está, Felipe, espéreme un momento y empezamos.

Esperé un par de minutos mientras atendía a una pareja que se veían muy a gus

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