En pleno corazón financiero de Londres, en Threadneedle Street , se levanta el monumental Banco de Inglaterra , un edificio que, además de ser sede de decisiones económicas clave, alberga en sus sótanos una de las mayores reservas de oro del planeta: 400.000 lingotes , equivalentes a 310 toneladas. El eco de este metal precioso, que en buena parte pertenece a gobiernos de todo el mundo, lo convierte en un destino cargado de simbolismo para quienes buscan explorar el vínculo entre arquitectura, historia y poder económico.

El banco se fundó en 1694 con una Cédula Real y, apenas cuarenta años después, se trasladó a la ubicación que hoy ocupa. Lo que empezó como una casa unifamiliar se transformó en un complejo que cubre 14.000 m² dentro de un muro sin ventanas. A lo largo de los siglos, arquitectos como John Soane contribuyeron a su expansión y embellecimiento, hasta que, a inicios del siglo XX, la falta de espacio obligó a demoler la sede anterior y levantar una nueva, dirigida por Herbert Baker .

La decisión de derribar el edificio de Soane fue tan controvertida que algunos expertos lo calificaron como “ el mayor crimen arquitectónico del siglo XX en Londres ”. Sin embargo, la nueva sede inaugurada en 1939 se convirtió en un emblema de modernidad y grandeza. El proyecto costó cinco millones de libras de la época (casi 388 millones de dólares actuales) y no escatimó en lujo: mármoles, mosaicos y esculturas recubren los pasillos que hoy pueden visitarse en parte gracias al museo de la institución.

El interior destaca por su recargada simbología . Leones dorados, deidades romanas como Mercurio y mosaicos del artista ruso Boris Anrep decoran pasillos y salones. Los espacios parecen un diálogo entre antigüedad y modernidad, con estancias revestidas de seda, techos dorados y hasta un mosaico romano descubierto durante las obras. Como explica Jenni Adam, curadora del Museo del Banco, todo fue diseñado para transmitir un mensaje claro: confianza, permanencia y poder.

Lo que no se ve

Aunque es posible recorrer salones de gran belleza, casi nadie accede a las bóvedas subterráneas , donde se conserva el oro. Solo dos lingotes pueden verse en el museo del banco. El resto permanece protegido por estrictas medidas de seguridad que incluyen gruesas puertas dobles, controles de acceso y sistemas de vigilancia que no se detallan públicamente. Según el propio Banco de Inglaterra , es la segunda institución con más oro del mundo , solo detrás de la Reserva Federal de Nueva York. 

El valor de estas reservas va más allá de Reino Unido: cerca del 20% del oro gubernamental mundial se guarda aquí. Según la firma StoneX Bullion, unos 72 países confían en estas bóvedas. Entre ellos destaca Venezuela , que desde 2008 mantiene 31 toneladas de oro en Londres. Esas barras se encuentran en el centro de una disputa diplomática : Caracas reclama su devolución mientras las autoridades británicas han bloqueado los intentos de venta alegando sanciones y dudas sobre la legitimidad del gobierno de Nicolás Maduro.

Viajar al corazón del dinero

Para quienes se acercan con espíritu viajero, el Banco de Inglaterra ofrece la oportunidad de recorrer su museo y conocer parte de sus salones hasta 2027, en el marco del centenario de su actual edificio. Se trata de una experiencia que combina arquitectura monumental, historia financiera y arte. Pero más allá de su atractivo turístico, las bóvedas permanecen como recordatorio de que Londres es todavía la capital mundial del comercio de oro, un lugar donde se cruzan intereses globales y disputas nacionales.

Visitar el Banco de Inglaterra no es solo acercarse a un banco, sino entrar en el contexto del poder económico . Entre columnas clásicas, mosaicos romanos y esculturas doradas, los viajeros se topan con la representación física de un sistema financiero que influye en el día a día de millones de personas. Un viaje a la City londinense, con parada obligada en su museo, permite asomarse a un edificio que es, a la vez, pieza arquitectónica, destino turístico y caja fuerte del mundo.