La plantada de Begoña Gómez al no presentarse en el juzgado para que se le notificara que, si tenía que sentarse en el banquillo de los acusados por malversación , sería con jurado popular, es un innecesario acto de arrogancia. No porque esté obligada a ello, que no es así, ya que una circular de la fiscalía de 1995 avala que pueden acudir solo los abogados . Es un acto que acaba siendo más que un desplante, ya que, en función de su situación, esposa del presidente del Gobierno, se habían utilizado desde Moncloa todos los canales ante la jueza decana para que tuviera los privilegios que ha utilizado en otras ocasiones —cuatro veces— de poder acceder directamente por el párquing de los juzgados de la plaza de Castilla, en Madrid.
Es ese elemento el que es sobrante, ya que, si no pie