La demanda de políticas de Estado en torno al desarrollo industrial en el país no hacen más que evidenciar el eterno retorno argentino: entre cambios drásticos, las gestiones oscilan entre el fomento a los procesos tecnológicos y el desmoronamiento de la acción estratégica para todos los sectores productivos que aportan valor agregado . En el vértigo de la coyuntura, quedan desplazados los debates sobre las oportunidades nacionales para insertarse globalmente a competir en sectores específicos. En pleno contexto electoral, aparece una voz especializada para recordarlo: la de Eduardo Dvorkin , en su último libro “Tecnología propia” (Colihue).
Ingeniero por la UBA y el MIT con formación postdoctoral, Dvorkin ganó dos premios Konex por su trayectoria en el sector e integró el director