Aunque mantiene su velocidad y ADN de piloto intacto, varios cambios de calado explican el retorno a la gloria del 93 después de cinco años de calvario físico y deportivo

Cuando Marc Márquez aterrizó esta semana en Japón, pronto se percató del enorme peso de una mochila que llevaba arrastrando el último lustro . Necesitaba estar en paz, sentirse en paz. Su impecable trayectoria hasta aquel alto en el camino en el GP de España de 2020, cuando arrancó el calvario con el húmero derecho, había nublado su capacidad para juzgar la importancia de estos momentos. Ser campeón del mundo llegó a ser su pan de cada día, y los nervios que sintió al acceder al trazado de Motegi y empezar su fin de semana de la reconquista activaron una sensación para él inédita. Su periplo hasta recuperar la corona,

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