En el lago navegable más alto del mundo, el silencio ha reemplazado el golpeteo de las redes. A lo largo del lago Titicaca —el espejo sagrado compartido por Bolivia y Perú— los peces están desapareciendo, las totoras ennegrecidas y las familias se están yendo. Lo que desaparece es más que una pesquería: es un paisaje acuático de memoria, sustento y ceremonia. Lo que avanza es una mezcla evitable de aguas residuales, escorrentía minera y sequía impulsada por el clima, que convierte la ribera boliviana en una advertencia estancada.
Donde el lago se adelgaza, desaparecen los medios de vida
El Titicaca no es un solo lago, sino dos cuerpos de agua. Al sureste se encuentra el “lago menor”, Huinaymarka, una cuenca poco profunda de aproximadamente 2.000 kilómetros cuadrados, donde gran parte del