
Apple llegó a China a inicios de este siglo con un objetivo claro: fabricar más rápido y más barato. Lo que no imaginó es que en esa búsqueda terminaría construyendo la base de la mayor potencia industrial del planeta. La alianza con Foxconn en 2002 resolvió el problema de tiempos y costos para producir la iMac G4, pero también abrió la puerta a una transformación que iría mucho más allá de los productos de Cupertino.
Patrick McGee , autor de Apple in China , explicó que la compañía invirtió miles de millones de dólares en maquinaria, capacitación y utillaje para garantizar la perfección de cada dispositivo. Esa estrategia, pensada para controlar calidad y plazos, significó educar a millones de trabajadores chinos , desde operarios hasta ingenieros. Entre 2016 y 2021, Apple destinó 275,000 millones de dólares. “Suena desquiciado, pero es así”, reconoce McGee.
El resultado fue inmediato. China aprendió de Apple cómo fabricar con precisión, cómo innovar en baterías , microchips y procesos de alta tecnología. Esos proveedores no se limitaron a producir iPhones : comenzaron a diversificar hacia televisores, drones y automóviles eléctricos. Hoy, marcas como Xiaomi y Huawei no solo compiten en teléfonos, también lanzan autos eléctricos que se venden en todo el mundo. Lo que empezó como una estrategia de eficiencia industrial terminó siendo la palanca que catapultó a China como líder global en nuevas tecnologías.
Lo paradójico es que Apple buscaba fortalecer su negocio, pero terminó fortaleciendo al país que hoy marca la pauta en el mercado de los smartphones y en la industria automotriz eléctrica . Tesla , al instalar su planta en Shanghái, contrató personal formado en la cultura productiva que Apple había dejado sembrada. El propio McGee lo resume sin rodeos: Apple no solo fabricó dispositivos, fabricó el modelo industrial chino.
El caso recuerda lo que ocurrió con Volkswagen en los años ochenta, cuando decidió producir en Shanghái y enseñó a sus socios locales a ensamblar autos que terminaron evolucionando en marcas como MG . La diferencia es que la escala de Apple fue gigantesca, comparable a inyectar la mitad del Plan Marshall en un país cada año. Nadie más había invertido tanto en capacitar y moldear la i ndustria china .
Deng Xiaoping ya lo había advertido en 1986: China abriría sus puertas, pero con propósito y plan. Apple se convirtió en el socio perfecto para ese plan sin saberlo. Con sus inversiones, la compañía financió la educación técnica de casi 28 millones de trabajadores, el equivalente a toda la población activa de España y Portugal juntas. Esa fuerza laboral es la que hoy impulsa a las tecnológicas chinas en cada sector.
La necesidad de Apple que lo obligó a compartir su conocimineto con China
Lo que parece un error estratégico de Apple en realidad fue parte de un engranaje más grande. La compañía necesitaba fabricar a escala, pero el Partido Comunista supo absorber ese conocimiento y proyectarlo en industrias emergentes. De la electrónica a los autos eléctricos , China tomó la lección y ahora supera a sus maestros.
Hoy, mientras Apple busca cómo mantenerse relevante en un mercado dominado por rivales chinos , la historia se repite como advertencia para Occidente. Querer producir barato en China significó formar al competidor que ahora lidera el tablero global. El alumno, sin duda, superó al maestro.