“Nos esforzaremos por lograr la modernización fundamental de la defensa nacional y de las fuerzas armadas para 2035, y por convertir al Ejército Popular en una fuerza de clase mundial en todos los aspectos para mediados de este siglo”. Con estas palabras, Xi Jinping trazó en 2017 un horizonte militar que entonces sonaba ambicioso.
Podría haberse quedado en retórica, en un gesto pensado para deslumbrar. Pero en esta China los planes rara vez son fuegos de artificio: se convierten en proyectos de Estado, con metas a corto y medio plazo encajadas en estrategias que miran décadas hacia adelante. Y lo cierto es que buena parte de esos objetivos ya han empezado a materializarse.
China no se caracteriza por la prisa, aunque avanza con una velocidad que sorprende. En 2003 puso en órbita a su