
Victoria insuficiente del partido proeuropeo en las elecciones parlamentarias de Moldavia , con un 50% del voto escrutado. El Partido Acción y Solidaridad (PAS), de la presidenta Maia Sandu, conseguiría un 42% de los votos, pero caería diez puntos respecto de la anterior convocatoria y perdería la mayoría absoluta.
Lo sigue el Bloque Patriótico, la candidatura de la oposición prorrusa, que obtendría cerca del 30% de los sufragios, tres puntos más que en las elecciones de 2021.
También entrarían en el parlamento moldavo la coalición Alternativa (8%), el partido Democracia en Casa (7%) y el Partido Nuestro (6,4%).
La participación ha sido del 52%, la más alta de las últimas cuatro elecciones parlamentarias. En la anterior cita fue del 48,4%.
Una gobernabilidad incierta
Si el PAS finalmente no consigue retener la mayoría absoluta, se verá obligado a buscar alianzas con los partidos minoritarios, aunque el compromiso de estos con el proceso de adhesión a la UE es cuestionable.
El bloque Alternativa se define como proeuropeo pero lleva a sus espaldas un profundo bagaje prorruso. Está liderado por Alexandr Stoianoglo, quien perdió en las elecciones presidenciales frente a Sandu con el apoyo de Putin, y por Ion Ceban, alcalde de Chisinau, a quien se le ha prohibido la entrada en el espacio Schengen por motivos de seguridad.
Tanto Bruselas como el PAS ven a Alternativa como un caballo de Troya diseñado para congelar las conversaciones de entrada a la UE desde dentro. Sus responsables hacen equilibrios a la hora de mantener la buena sintonía con Europa y con el Kremlin.
La sorpresa, por el momento, es el partido Democracia en Casa, de Vasile Costiuc, que aboga por la reunificación de Moldavia y Rumanía. Su líder hizo campaña por George Simion, candidato a la presidencia de Rumanía cercano a la extrema derecha y que contó con el apoyo de Rusia.
La cuarta fuerza, Nuestro Partido, de Renato Usatii, es una formación personalista, populista, contrario a la “propaganda LGBTI” y que a menudo apela a la nostalgia postsoviética, pero que se ha mantenido ambigua a la hora de apostar por el acercamiento a Bruselas o a Moscú. Aún así, su defensa de la “neutralidad” recuerda a la narrativa rusa usada para impedir la europeización de Moldavia. Por el momento, su jefe de filas ha descartado pactar con ninguno de los dos bloques.
Frenar el camino europeo
Aunque el bloque prorruso tampoco acabe obteniendo una mayoría de gobierno clara, su objetivo y el del Kremlin es detener el proceso de adhesión a la Unión Europea. Sandu obtuvo un mínimo aval del 50,4% de los ciudadanos en el referéndum sobre esta cuestión, en 2024, y lo puso en marcha. Sin embargo, sin la mayoría parlamentaria, la presidenta tendrá mucho más complicado llevar a cabo las reformas que exige Bruselas.
Moscú no se puede permitir que Moldavia abandone definitivamente su esfera de influencia. Esta república exsoviética de cerca de 2,5 millones de habitantes con derecho a voto se ha convertido en el último frente de la lucha política entre la Unión Europea y Rusia.
Europa ha hecho una gran apuesta proporcionando a Moldavia observadores, equipos de respuesta híbridos, financiación electoral y ayuda en ciberseguridad. El motivo son las constantes denuncias por parte del gobierno moldavo de injerencias rusas en los últimos procesos electorales.
Acusaciones de complot ruso
El pasado lunes, la policía moldava arrestó a 74 sospechosos de planear disturbios coincidiendo con la cita electoral. Los agentes identificaron a dos miembros de la inteligencia rusa que reclutaban a criminales y jóvenes vinculados a clubes deportivos con el objetivo de instigar protestas exigiendo la dimisión de la presidenta Sandu y desacreditando los resultados de la votación.
Según Bloomberg , parte del plan pasaría también por pagar el viaje a moldavos residentes en el extranjero para que fueran a votar a la coalición prorrusa. El voto exterior es clave ya que se considera que alrededor de un 80% es proeuropeo.
Durante la jornada electoral del domingo se han denunciado amenazas de bomba en colegios electorales donde vota la diáspora moldava en Alicante, Bruselas, Ginebra, Roma, Bucarest o Asheville (Estados Unidos).
Esta misma semana, la Comisión Electoral Central también detectó un ciberataque ruso de “una magnitud que supera con creces” la vivida en anteriores jornadas electorales. Por su parte, la BBC descubrió una red subvencionada por Moscú dedicada a crear noticias falsas.
El mismo lunes, Sandu se dirigió a la nación y alertó de que “la soberanía, la independencia, la integridad territorial y el futuro” de Moldavia estaban “en grave e inmediato peligro”. El gobierno moldavo cifra en 150 millones de euros (el 1% del PIB del país) el dinero que Rusia ha gastado en operaciones similares destinadas a influir en las anteriores votaciones.
Ilegalización de partidos
Dos días antes de las elecciones la Comisión Electoral Central descalificó el partido Corazón de Moldavia, liderado por Evguenia Gutul, y el partido Gran Moldavia, que formaban parte del bloque prorruso, por presuntamente haber recibido dinero de Rusia.
En 2023, Gutul fue elegida gobernadora de Gagauzia, la región más pobre de Moldavia, de raíces turcas y sentimiento prorruso, pero en agosto la condenaron a siete años de cárcel por utilizar fondos rusos sin declarar para financiar actividades políticas
El líder del bloque prorruso, Dodon, criticó estos vetos como “un claro abuso de poder por parte de las autoridades moldavas y una grave violación de la democracia”.
En los últimos años el gobierno moldavo se ha dedicado a perseguir las maquinaciones y a ilegalizar los partidos del padrino político de Gutul, el oligarca Ilan Shor, huido a Moscú para evitar una condena de 15 años por blanqueo, y a quien se atribuye la financiación de la mayoría de campañas de desestabilización.
Una sociedad dividida
En los últimos años, Rusia no sólo ha intentado interferir presuntamente en las elecciones moldavas. También amenazó con cortarle el suministro de gas en otoño de 2022 -a raíz de eso, Moldavia dejó de depender de la energía rusa-, instigó protestas contra el gobierno durante el 2023 o ayudó a huir a políticos investigados por corrupción.
Y, a pesar de todo, entre un 40% y un 50% de los ciudadanos siguen queriendo mantener los vínculos con Rusia. Los partidos prorrusos, de ideología conservadora a pesar de autoproclamarse de izquierdas, explotan el miedo al cambio. Desde el rechazo a los postulados progresistas del PAS hasta la promesa de beneficios económicos en caso de permanecer en la órbita rusa.
Por su parte, el partido proeuropeo, que había hecho de la lucha contra la corrupción su bandera, se ha visto arrastrado a la polarización entre el acercamiento a la Unión Europea o a Rusia. Tras haber eliminado toda competencia en su espacio político, sus posibilidades de pacto se han visto reducidas al máximo.