“Bienaventurados aquellos que, no teniendo nada que decir, se abstienen de confirmarlo de manera expresa”. Aunque no formulado explícitamente como bienaventuranza por George Eliot y James Russell Lowell, autores de las palabras que encabezan este artículo, no cabe la menor duda que era una bienaventuranza lo que pretendía transmitir. Bienaventuranza que, si tenía sentido en el siglo XIX, más lo tendrían con posterioridad. La cantidad de información y de opinión que se transmite en la sociedad contemporánea es de tal magnitud que nunca se podrá agradecer lo suficiente el silencio deliberado de quienes no tienen nada que añadir relevante sobre cualquier tema, sea el que sea. 

María Álvarez lo ha ejemplificado de manera insuperable este pasado domingo en su columna Las horas trabajadas de Carlitos Alcaraz , en la que ha destruido literalmente la utilización por parte de Antonio Garamendi de la figura de Carlos Alcaraz en la “cruzada” de la patronal y de los partidos de la derecha española, incluida la derecha nacionalista, contra la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas a la semana.