Los manuales clásicos de ética política son hoy como los mapas de carreteras o aquellas enciclopedias en 40 tomos. Acertaba Savater cuando en su Ética para Amador puntualizaba, para que nadie le cogiese ojeriza de antemano, que lo suyo no era una narración con una serie de ideas morales, ni aspiraba tampoco a ser un manual sobre cómo actuar en situaciones prácticas de la vida. Ya sabía él que cada vez nos gusta menos que nos dicten mandamientos de conducta. La adoración al libre albedrío nos ha llevado a que la transparencia, la responsabilidad, el respeto a la palabra dada, los límites al poder y el compromiso con el bien común sean vistos como los códigos de caballería medieval. En si es antes el huevo o la gallina, si la culpa está en la sociedad, o en el ejemplo de la política, está la
El sueño húmedo de los pretorianos de Sánchez

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