La Asamblea General de Naciones Unidas era el escenario más solemne y preciso para que el presidente Gustavo Petro demostrara que entiende lo que significa la democracia. Allí tenía la oportunidad de enviar un mensaje claro: que Colombia no permitirá que los narcoterroristas vuelvan a silenciar la política, como lo hicieron en las décadas más oscuras de nuestra historia.
Pero Petro guardó silencio. Y en política, el silencio nunca es neutro: siempre es un mensaje. En contraste, el presidente de Paraguay, Santiago Peña, tuvo la dignidad de nombrar a Miguel Uribe y condenar su asesinato. Que un jefe de Estado extranjero reconociera la gravedad de este crimen mientras el mandatario colombiano lo omitía, dice mucho más que cualquier discurso.
Porque no fue un homicidio común: el asesinato de