Argentina siempre se ha definido por sus pasiones. El fútbol nos dio ídolos inmortales: Maradona , Messi , Kempes . En el automovilismo brilló Reutemann ; en el tenis, Vilas y Sabatini ; y hoy Colapinto ilusiona en la Fórmula 1 . Ante esas figuras, el país se alinea con facilidad, las convierte en bandera y las muestra al mundo con orgullo. Pero —y siempre hay un pero— a la primera derrota, al mínimo traspié, la admiración se transforma en crítica despiadada . Desde la comodidad del sillón, millones de argentinos “practican deportes, son economistas todoterreno, pero solo opinan desde el hogar viéndolo por televisión”, exigiendo perfección sin asumir compromiso. Esa actitud revela un rasgo profundo: somos una sociedad que celebra rápido y destruye todavía más rápi

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