No recuerdo qué autor dijo una vez que “cuando las personas educadas y discretas permanecen calladas por cortesía y respeto a los demás, los imbéciles vociferantes y agresivos se multiplican en progresión aritmética”.
Al leer esa afirmación puedes pensar que eso debe ser por compensación, ya que la naturaleza humana suele ir a lo suyo.
En el Congreso de los Diputados y en la vida política en general lleva bastante tiempo sucediendo tal cosa, pero con dos agravantes : uno, que tal estado de salvajismo comunicativo ha saltado a la calle y está contagiando al personal, desde los partidos que se autodenominan «políticos» al trato social cotidiano; y dos, que parece ser un síntoma de estos tiempos desnortados afectados por corrosivas ideologías que genera “infecciones” de la primera mitad del